jueves, 2 de noviembre de 2017

Santa Cristina de Lena, Oviedo


Una de las más cautivadoras iglesias que he visto, ha sido Santa Cristina de Lena, en las afueras de Oviedo. Llegamos allí una mañana temprano de septiembre, cuando aún los perros de los contornos no se atrevían ni a ladrar. La pequeña cuesta que sube hasta la iglesia estaba húmeda por el rocío y las hierbecillas brillaban tímidas al sol incipiente. En lo alto de la pequeña loma, como una ofrenda, se hallaba el pequeño edificio, oteando los páramos de alrededor, en la certeza milenaria de que siempre habrá alguien que la visite, sea cual sea la razón para hacerlo. Mas, ¡cuál no fue mi disgusto al verla cerrada! A pesar de que sabíamos el horario oficial de apertura, allí estaba bien trancada la puerta diminuta. Sin embargo, al lado, sobre el césped, había una serie de objetos dando señas de que en un par de horas se celebraría una boda, pero era un tiempo excesivo con el que no contábamos.


Fue  de esos momentos en los que crees que poniendo todas las energías para que algo suceda, podrá realizarse… ¡pues así mismo ocurrió! No había pasado ni media hora (ya nos sabíamos los contrafuertes, los ventanucos, las cornisas),  cuando apareció la sacristana, llave en mano, para ultimar los detalles de la ceremonia, mientras andaba pensando que en un sitio así, también  me casaría yo sin pensármelo mucho. Abrió la puerta y pudimos entrar en el espacio estrecho y sombrío, con más de once o doce siglos de historia.


















Considerada una de las obras más importantes del prerrománico asturiano –como San Julián de los Prados, Santa María del Naranco y san Miguel de Lillo, que también tuvimos ocasión de visitar- , no se sabe con certeza su fecha de edificación, pudiendo ser de origen visigodo (s. VII/VIII), aunque con más certeza de la época de Ordoño I (850-866). Lo cierto es que tiene un valor enorme, por lo que fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985.

Según la web Arteguía: Lo primero que llama la atención de Santa Cristina de Lena es la absoluta y perfecta simetría de sus volúmenes cúbicos exteriores, los cuales, unidos a los contrafuertes prismáticos que articulan sus muros exteriores, justifican al cien por cien el popular apelativo de "la iglesia de las esquinas", con la que es conocida.

Estando dentro, te rodea una serenidad especial; el silencio del lugar, el colorido gris de la piedra, la escasa luz que entra por los ventanillos estrechos…todo contribuye a que nos invada una atmósfera profundamente espiritual. Tiene esta iglesia varias peculiaridades que había leído antes de verla y que llaman mucho la atención, como el iconostasio con preciosas celosías, la tribuna, la cancela con motivos visigodos, una simetría perfecta, el ábside cuadrangular.
Nos fuimos de allí plenos de gozo, valió la pena el desplazamiento y la espera, fue como entrar en un pequeño cofre, aislado en una colina, dispuesto con humildad para disfrutarlo sin algarabías, con un millar de años bajo el tejado y otro millar de historias escritas entre sus piedras.




Texto y fotos, Virgi 

11 mayo 2017



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