domingo, 21 de septiembre de 2014




Uno, cero, dos…uno, cero, dos…uno, cero, dos…
Una persona, dos personas, cero personas.
Tres cifras, tres.

Dos ancianos tragados por el cero, por la nada, por el vacío, por la desidia de las instituciones, de la justicia incomprensible, de la máquina inhumana hecha por los humanos.
Dos personas mayores de quienes aprender, y a los que habría que ayudar y proteger, se los come el agujero negro de un sistema cruel, abusivo, nefasto. Y hasta con regodeo, con lucimiento de sus fuerzas paramilitares, en un grotesco desfile mañanero.

En este país de vómito, los ladrones son ahora gentes de bien, que pasean sus sonrisas bajo un sol radiante, un sol que nunca alumbrará lo suficiente para descubrir sus infamias. No se mueven entre el uno, el cero y el dos, no. Se desplazan por numeraciones más allá del millón y sus ceros no representan, precisamente, el vacío, el vacío de quedarse en la calle, a merced de la vida inclemente.

Y aunque de veras seamos gente honrada, si te mueves por debajo de la unidad de millar, estás en la cuerda floja, ahí donde el cero podría engullirte, desapareciendo tu vivienda, tu trabajo, tus ilusiones, tus derechos.
Ese cero que se ha tragado la dignidad de una pareja octogenaria, sin reparos, de un plumazo o de varios, con un ariete en la puerta y una orden judicial en la acera.

Los propietarios del 102 en la calle Ismael Domínguez de Tacoronte, han perdido su casa de manera ignominiosa y execrable. Ni las matemáticas más audaces podrían explicar cómo el cero ha hecho desaparecer también a una Justicia que tenía que defender a Berta y a Antonio.

Un asco.
Cero derechos.

Dos seres humanos. Dos.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Otra injusticia consumada





Otra injusticia consumada.
Un matrimonio casi octogenario, expulsado de SU casa, gracias a los manejos de un vecino, los errores del procedimiento y el poco interés de algunas instituciones.
Después de más de treinta años de convivencia ejemplar, se ven en la calle, en una calle desalojada de coches y gente por las Fuerzas de Seguridad de un estado que ya es más policial que de derecho. Una calle, solitaria a la fuerza, acordonada por decenas de agentes de toda índole,  que, por no dejar, no dejaban ni pasar al panadero con su coche de reparto.
En un país donde un tipo como Blesa se siente ofendido y asiste al juzgado como si fuera un arcángel; donde un “honorable” nos roba sin fin y sin vergüenza, no podíamos esperar que a estos dos ancianos se les respetara el derecho a conservar su propiedad, sin haber hecho nunca una maldad, pero habiendo recibido no una, sino muchas y de las peores.


Sabemos que han aguantado años dolorosos y abusivos gracias al apoyo de la vecindad. Es justo esa ayuda las que nos lleva a confiar más en lo colectivo que en las instituciones, a esperar un mañana donde los derechos realmente existan, los canallas tengan su castigo y la gente laboriosa y honrada consiga la tranquilidad que cada día nos roban impunemente.





viernes, 12 de septiembre de 2014

Voces XIV

Estampa




Se emperran los dos hermanos por cuál de sus boliches tiene más lunas, mientras el más zafado muerde a ratos un trozo de queque y el otro, lambusia un plátano sin mucho ánimo. Una tonga de ropa espera a que alguno de ellos decida colgarla en la liña, antes de que la madre los columbre y los meta en vereda con un par de chuchazos.  El baladrón del padre amasa el gofio, cosa rara en él, siempre encochinado, lo único que le gusta es meterse en el cuarto a arreglar sus arritrancos.


La hermana mayor, con jeitos de adolescente, simula pintarse las bembas y se amarra las trenzas con cachitos de badana. El abuelo, un cacho de hombre aún, pero algo merdellón, busca chuchangas entre las bubangueras, quiere engodar a la quícara y sus polluelos. La cachimba con tapa de plata la golpea con tiento y caen los restos del fumeteo, mientras la mirada se le va al canto atrás del gallinero, allí donde el jocicudo del vecino le quiso cambiar los linderos. 


Novelero como es, no ve la hora de acercarse a la plaza, con la excusa de comprarles algo a sus nietos y así alejarse un rato del babieca de su yerno, un atrabanco que nunca supo donde lo pescó el guayabo de su hija, tan fundamentosa, aunque algo belilla y torrontuda.



Fotos y texto, Virgi

martes, 9 de septiembre de 2014

Otra de dinosaurios






Nuevamente, Tradabordo (Universidad de Poitiers) me regala una deliciosa satisfacción al considerar mi versión del famoso minirrelato de Monterroso. Aquí estoy, en castellano y francés, junto a otras muchas personas empeñadas en la hermosa tarea de escribir. 
Gracias a Caroline Lepage y su equipo.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Contrapunto




Un batir, un aleteo y el cuasipentagrama quedará desierto.
Quien observa esa decena de gárgolas sutiles es el mismo que las envidia, arraigado eternamente, fijo a la madera, en medio de los campos.

Sin embargo, también ellas son celosas de su pico dorado y del fulgor de los ojos, centelleos al alba y al ocaso.




Fotos y texto, Virgi