Arte al paso
Me admira la belleza de lo espontáneo, lo casual, aquello
que florece ajeno a modas, corrientes artísticas o valoraciones de expertos.
Trazos involuntarios, rasgaduras del viento, montículos de piedras, una
grandiosa noche azul, signos ininteligibles, rayas, puntos, líneas, socavones
en los muros…toda una retahíla de descubrimientos inundados de luz y arte, al
paso del camino.
Por senderos y lejanos vericuetos he encontrado el arte
producido por el viento, la lluvia, el sol. Unas veces sobre lo que alguien, en
un rincón lejano, realizó para cerrar sus huertas, tapiar un acceso o cubrir un
hueco. Otras, lo que la propia naturaleza nos regala sin pinturas ni pinceles.
Cuando ví un haz de palos apoyados en un muro recordé a
James Castle, artista en su granja, recortando y pintando con telas, hollín,
saliva, usando cartones, palos y maderas de su Idaho más profundo, lejos de la
fama. Organizando muestras de sus obras en cobertizos y pequeños habitáculos
familiares. Sus personajes, cosidos y sobrecosidos laten aún en mi pensamiento,
sabiendo que ninguno de ellos podrá oírme ni hablarme, tal como el artista,
sordomudo entre campos de maíz y analfabeto sin palabras, los realizó,
silencioso, perseverante, para deleite de su alma y la nuestra.
Otra vez que entré en unas cuevas de picón y zahorra no
pude dejar de pensar en James Turrell, perforando la tierra en busca de la luz,
místico admirador del óculo del Panteón, poeta de la evanescencia aún
trabajando la piedra.
O frente a un tronco quemado, recordar a Lucio Muñoz y
sus apaleadas últimas obras, abrasadas por el fuego o erosionadas por la
intemperie.
Encontré puertas de automóviles tan simétricamente
colocadas como las de Armand, agujeros de Kounellis bordeando fincas, una luna
embriagada de azul Klein, los verdes de De Kooning…¡ah, qué verdes! Sorprendentes
neones de Flavin en una casa abandonada, piedra y tejas iluminadas en el
silencio, varias esculturas de Kapoor, inacabadas y casi tan mágicas como el
cercano tagoror. Y un Pollock cuarteado, vivo, sufriente.
Y todo al paso del camino, arte anónimo, humilde,
silencioso, cambiante. Incrustados en él, la fuerza del tiempo y lo sobrio de
la sabiduría.
Fotos y texto, Virgi