miércoles, 30 de noviembre de 2022

Aradá, La Gomera



 

Allá va el hombre, pies livianos, sombrero de paja y un palo recogido al desgaire de entre los matos. Nos lleva por el antiguo camino, bordeado de un recio murete al que se asoman almendreros y tabaibas. Un manantial esconde su tesoro entre el roquedal, vigilado desde lo alto por una palmera, grácil como sus numerosas hermanas. En esta isla donde hay miles, por muchas que sean, pocas nos parecen, tanto alegran la vista y el paisaje.



El camino sigue, cruza un barranco pulido por las últimas lluvias y asciende sin prisa, mientras deja atrás viejos bancales de paredes consistentes. 
La luz del ocaso les confiere una pátina dorada y una placidez que sólo rompen los pasos que marca el hombre de pies ligeros.
Alcanzamos el caserío y vuelvo a asombrarme con las viviendas espartanas de techos bajos, encalados algunos lienzos y otros de piedra seca. Los restos de una cama, un poyete donde entibiarse al sol de la tarde, un espléndido horno de cantos labrados.




Nuestro hombre nos enseña con orgullo la pimentera, el patiecillo, los pedruscos esquineros, los goros para cabras. Cómo no reverenciar a estas gentes de antaño, viviendo en lo alto de una loma, lejos de todo y con casi nada. O quizás sí lo tenían y nosotros no sabemos verlo. 






Volveremos con el hombre de los pies ligeros, práctico y bien versado en estos asuntos, por si las piedras, las tejas esparcidas por el suelo, los ventanucos estrechos, las puertas sin goznes, nos dicen algo. Algo que nos traslade a ese tiempo que ahora cuesta entender, aunque seamos hijos suyos y carguemos en la sangre el color de la tosca, la sombra de la pimentera, el aroma que emana del horno, el calorcito del atardecer en una loma perdida. 


Allá lejos, en Aradá. 


Texto y fotos, Virginia

Gracias a Mariquilla y Manolo por llevarnos con tanto entusiasmo.

sábado, 19 de noviembre de 2022

Argumento

¿A qué esperan los platos, los vasos, el sombrero colgado de la silla? ¿Por quién aguarda el mantel, el cuadro, la repisa? ¿Por la mano de un niño, los pasos de la abuela, el toc-toc de una vecina en la puerta cuarteada?


No, esperan por la luz. La luz, ese prodigio que aparece cada día y les insufla un hálito de vida. 



Texto y foto, Virginia

 

 

jueves, 17 de noviembre de 2022

Cart Ruts


Los lugareños los llamaron Cart Ruts y hay decenas regados por toda la isla de Malta. Unos surcos sobre la roca, paralelos como raíles de trenes o huellas de carros. En ocasiones terminan abruptamente al filo de un acantilado o se sumergen bajo el mar. Y las más de las veces recorren unos metros cruzándose con otros que van en diferente dirección. Misteriosas líneas hundidas rotundamente, con profundidades de hasta 60 cms y separaciones que oscilan entre un metro y un metro y medio, aproximadamente. Numerosos investigadores se han empleado a fondo para averiguar el origen, las herramientas empleadas, el objetivo de tales huellas. Datadas alrededor de unos 3000 años atrás (hay quien opina que incluso mucho más) no son producto de la erosión, ni de la lluvia, tampoco son canales de riego.




Interesada por verlas de cerca, llegué una mañana a Clapham Junction, el espacio más conocido de estos extraños surcos, con el nombre de una estación ferroviaria en Londres.

Así como otras atracciones del país están muy bien señalizadas, estos trazos ancestrales no cuentan -inexplicablemente- con ningún tipo de explicación que nos sirva para llegar a su ubicación, asunto que luego resultó muy sencillo. Hube de recurrir a googlemaps, webs, blogs, líneas de transporte.... durante horas, hasta llegar a la ladera de Clapham Junction. El esfuerzo valió la pena, era uno de mis objetivos en Malta, tan pequeña, fascinante y misteriosa. Con templos milenarios y una historia donde se podría resumir casi todo el devenir de Europa.




Largo rato estuve recorriendo los surcos, un entramado de aparentes raíles mientras un abejorro y varias mariposas parecían saludarme, indiferentes a mi curiosidad, al sol restallante y a los misterios sobre los que volaban cada día.



Más alejados, niños y perros se entretenían como bien saben unos y otros, mientras yo seguía embobecida persiguiendo rastros inexplicables, sola entre una multitud de líneas, un jeroglífico milenario aún fuera de nuestra comprensión.



Texto y fotos, Virginia 



domingo, 13 de noviembre de 2022

Matriz



Alguna vez tuve que ser cernícalo, gorrión, lagartija o mariposa, cualquier bicho de estos paisajes.


De tal forma me conmueven los contornos redondeados de las montañas, las cárcavas donde quizás me cobijé y los chavocos en los que bebí, que no me cuesta nada verme habitando los secarrales de Fuerteventura.




Tabaibas y aulagas formaron parte de esa "alguna vez". Siento que me reconocen las montañas dormidas, los cauces arenosos de los barrancos, el basalto escondido bajo la piel seca y ocre.


Mi mirada es como una vuelta al lugar de donde procedo, al tacto ancestral de lo que fui y no recuerdo. Algo que llama a mi sangre, a mi piel, a mi alma. Paso por aquí y sensaciones poderosas me embargan, mientras vuelvo a ser gorrión, mariposa, cernícalo, lagartija o cernícalo.




 Texto y fotos, Virginia

lunes, 7 de noviembre de 2022

Penumbra

 



Por muchas farolas que encuentre, ninguna le dará la luz que necesita. Ni siquiera el sol deslumbrante le ha de servir. Es un asunto de oscuridad interior.



Texto y foto, Virginia

jueves, 3 de noviembre de 2022

Templos de Gigantes


 

Hace casi seis milenios, los habitantes de Malta y Gozo levantaron unas edificaciones colosales. Una veintena de templos construidos con bloques enormes (muchos pesan entre 20 y 50 toneladas), consideradas las segundas obras más antiguas en todo el planeta, después del yacimiento de Goeble Tepe, Turquía, una maravilla aún no del todo descubierta, con la friolera de diez mil años.





Pero volvamos a los templos megalíticos de las islas maltesas, conocidos como “de Gigantes” o “de Gigantas”. Esto último por algunas leyendas que cuentan acerca de mujeres de gran estatura, además de haberse encontrado numerosas estatuillas identificadas como diosas de la fertilidad, lo que también ha llevado a pensar que se regían por una organización matriarcal.



 



Con forma de trébol, los templos pueden tener varias salas semicirculares o arriñonadas, protegidas por un contorno de pedruscos (unos más labrados que otros) de los que no se sabe cómo y de dónde los trajeron, ni cómo pudieron trasladarlos, alzarlos, modelarlos.

En el interior de las salas, lascas verticales, altares, huecos, agujeros perfectos, losas en el piso. Todo trabajado con instrumentos de piedra muy rudimentarios, dado que aún faltaba mucho para disponer de metales.




El conjunto de estos templos es Patrimonio de la Humanidad desde 1980 y las gentes que los construyeron nos demuestran unos conocimientos inimaginables para aquellos lejanos tiempos. El de Tarxien -en pleno centro urbano, cerca de otro lugar portentoso, el Hipogeo Hal Saflieni- posee variados dibujos en espirales complicadas, así como relieves de animales. En Mjandra se observa la iluminación de dinteles o altares según se alternen equinoccios o solsticios, y muchos más detalles que dejan pasmados a los visitantes. 



Así salía yo de cada uno de los que visité, pasmada y empequeñecida. Tanto por el hercúleo trabajo de nuestros ancestros, como por el respeto ante obras de tal calibre. Cinco o seis mil años es mucho para nuestra corta vida.



Texto y fotos, Virginia

 

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Vestigios

 El gigante tiene prisa. 

Suele ir por el camino pero esta vez atraviesa la montaña.

Ahí quedarán sus huellas, como las de cualquier dinosaurio.




Texto y foto, Virginia