domingo, 29 de octubre de 2023

A pares





Al descubrir que el 2 es el único número par y primo, ha decidido darle un giro a su vida. Así, con esa excusa tan peregrina, se mudó a un segundo con dos puertas y dos ventanas. Se antojó en dos gatos, dos perros y dos hámsters. En su casa tiene dos mesas, dos sillas, dos sartenes, dos camas, dos espejos, dos begonias, dos cuadros, dos sillones.

Las dos ventanas le regalan dos cielos, unos días mira uno. Otros, el de al lado. Siempre azules. Impolutos. Perfectos. Irreales.



Texto y foto, Virginia



 

Presentación "Algún lugar donde soñar"

Mi agradecimiento emocionado por el rato compartido en la casa de la Cultura de Tacoronte, el pasado viernes 27, con motivo de la presentación de mi libro "Algún lugar donde soñar".

Familia, amistades, vecinos, me acompañaron llenando el recinto de manera inesperada. Gracias otra vez.

Y desde aquí también mi agradecimiento al Ayuntamiento de Tacoronte en la persona de la Alcaldesa, Sandra Izquierdo, quién, muy gentilmente acudió sin reparos de tiempo. Al editor de Idea/Aguere, Angel Morales, simpático y ocurrente como suele.

Por último a Nedi Díaz. Con una labor exhaustiva, minuciosa, profunda, llevó a cabo una presentación envidiable que hizo el acto ameno y cercano.






viernes, 20 de octubre de 2023

Gato XII

 

Me protegen los colores, que lo sepas.




miércoles, 11 de octubre de 2023

Flechazo al borde del río

 

¿Qué tiene un lugar para cautivarnos a primera vista?


Sin ningún esfuerzo se presenta ante mis ojos Liubliana, la inquieta capital de Eslovenia. Una de las ciudades más verdes del continente, pequeña y muy cuidada, con el castillo que la protege desde lo alto y un río orillado de árboles y ramas acariciando el agua que pasa y no ha de volver.






Calles peatonales, tiendas, restaurantes y galerías de arte, edificios renacentistas, los más, barrocos, neoclásicos, modernistas. Varios puentes desde los que contemplar el reflejo del cielo al ocaso, unos patos veloces y barcazas con turistas.





Quizás estemos alongadas al Puente de los Dragones, emblema de la ciudad. O tal vez al de los candados (antes, Puente de los Carniceros), pendientes de que no se resquebraje, tal es el peso que debe soportar. Y no exagero. Haciendo un cálculo rápido, es posible que cuelguen más de veinte mil de los cables de acero que, esforzadamente, los sustentan, ¡ay, el amor, empeñado en ser eterno!




Cruzaremos una y otra vez el Puente Triple, denominación dada después de que Joze Plecnik (1872-1957) añadiera una pasarela a cada lado de la ya existente, sin saber que se convertiría en un reclamo para los visitantes. Mencionado como Arquitecto Nacional Esloveno por sus numerosas obras en el país y en otros de Centroeuropa, fue un fecundo creador, dándole al río Ljubljanica la consideración de eje urbanístico. Su Puente Triple nos conduce a los pies del poeta France Preseren, figura eminente de las letras y que da nombre a la plaza más concurrida de la urbe.


 

El lugar es de los que no nos cansamos de patearlo, aprovechando los pasadizos medievales -que aún se mantienen en pie a pesar de los terremotos de 1511 y 1895- para zigzaguear entre Cirilmetodov Trg, Mestni Trg, Stari Trg, Gallusovo Nabrezje, Cankarjevo Nabrezje. Nombres impronunciables y de difícil recuerdo, pero, sin embargo, atractivos como los trabalenguas con los que nos retábamos en la escuela.

 



 


 

Un ambiente sereno y a la vez vibrante se respira en la multitud de terrazas que jalonan tanto los márgenes del río, como las situadas en el centro histórico. En el antiguo mercado, obra también del susodicho arquitecto, se sirven ahora contundentes sopas y delicados postres. En los aledaños, la Plaza Trznica, con puestos de verduras y frutas, quesos, embutidos, flores, ropa, artesanía.



 

Y la frágil sorpresa del Museo Nacional: el instrumento musical más antiguo del mundo. Una flauta de hueso con dos agujeros nos conduce cincuenta mil años atrás. Encontrada dentro de una cueva en 1995, cerca de la localidad de Cerkno, si pudiéramos soplar por ella nos envolvería una tonada elemental y emocionante, la del Neanderthal que la hizo sonar, sin saber que todavía ahora, su melodía flota como una protección fantasmal, inaudible pero cierta. A fin de cuentas, ¿será esa la fascinación de Liubliana?



Texto y fotos, Virginia

domingo, 8 de octubre de 2023



Hay nubes que se distraen del cielo y se nos acercan, buscando un saludo  o una sonrisa.

Luego siguen su camino, en pos de garzas, ibis y golondrinas, como algodones blancos sin alas ni pico.



Texto y foto, Virginia


martes, 3 de octubre de 2023

Tiempo de papel



 

El almanaque que colgaba en las cocinas de antes era un elemento casi tan imprescindible como los calderos o las sartenes. Su función era variada, no sólo para saber la fecha, también apuntar el cambio de la bombona o una cita médica, pagar la contribución y llevar las cuentas de la panadera. 

Con imágenes bucólicas de lagos suizos o fiordos noruegos, colinas irlandesas y castillos medievales, los almanaques fueron un antecedente cotidiano y elemental de las agendas actuales. Podían presumir de presentar una imagen por mes -los más elaborados- o una sola foto para todo el año. 

 

Sea como fuere, arrancar las hojas por la línea troquelada era un anhelo fijo cada vez que se aproximaban los días 30 o 31.

Mamá, ¿puedo quitar ya abril? Sí, pero no lo tires que tengo varias cosas apuntadas.

Bosques nevados de lugares lejanos y sorprendentes se nos mostraban por primera vez. Igual, ríos y cascadas, acantilados de vértigo, caseríos de montañas con vacas pastando a su aire. Todas esas imágenes nos parecían tan lejanas, que ni siquiera llegábamos a pensar en que algún día podríamos conocer lugares parecidos.

Esas agendas rudimentarias se superponían unas encima de otras, hasta el punto de acumular varias, la de 1967 sobre la de 1966 y ésta, sobre la de 1965. Todo por recordar una fecha, algo pendiente, un asunto importante. 






 

Bien podría el Lago Bled figurar en uno de esos calendarios que ya raramente se ven. Una imagen bucólica, de aguas cristalinas, fortaleza integrada en el risco y una isla en el centro: iglesia de retablo barroco, torre con reloj y toque de campana asequible a cualquier visitante. Por cierto, la única isla que posee Eslovenia y a la que accedí después de un tranquilo paseo en barca con toldo y remos, acompañada de japoneses, americanos, alemanes y brasileños.



Me encontré así inmersa en uno de los almanaques de entonces, y no quise irme hasta comprobar que era algo real, y que yo estaba allí, transportada desde una foto, por obra y gracia del tiempo que pasa y de los intereses que acumulamos a lo largo y ancho de nuestra existencia. Estaba allí, sí. Y no era de papel ni cartón. Era yo subiendo la escalinata, entrando en la iglesia, viendo los péndulos del reloj, sumergiendo mi mano en el agua tibia y transparente.


 

Los almanaques ya no existen, pero el Lago Bled saltó de alguno para encontrarse conmigo.



 


Texto y fotos, Virginia