jueves, 30 de diciembre de 2010

Telón



Pasé un fin de año en la plaza Jemaa el Fna,
otro, tirada en las playas de Fuerteventura,
uno, ya lejano, bajo la lluvia y las torres de Notre Dame.

Un par de ellos entre los pliegues de un saco de dormir,
algunos bailando, riendo,
aquél mirando las estrellas, sobre la montaña, fría y dura.

En la Plaza del Ángel,
y en Sevilla, tan remoto, tan joven.
Bajo el Teide, nieve y lava con el cinturón de Orión.

El templo de Luxor a unos pasos,
también en NYC, I love you.
Un escandaloso napolitano, fuego y zigzag en la noche.






El de ahora
sol olas
familia
sidra
sueño
smssssssssssssss

años y años

todos
detrás del telón
que nos esconde la vida.


Plaza de Marrakesh
Vivienda en Luxor
Orión, cazador celeste.

martes, 21 de diciembre de 2010

Regalo

Me regalan un corazón.
Está repleto de lunas, soles y besos.

Los niños lo dan todo. Yo me lo creo y lo acuno entre mis manos.
Trocitos de él los reparto para ustedes.
Les deseo una Navidad tierna y reconfortante.






Vídeo realizado por Avaaz sobre el choque de civilizaciones. Ha ganado varios premios importantes, en 2007, el YouTube en la categoría “Política”.
¿Quedará anticuado en el 2011?


lunes, 13 de diciembre de 2010

Voces II

Engodada con los burgados, me empurré en el chavoco. Traquinando sobre la tosca, llena de mujos, me emparejó. En una de mis canillas, salió un totufo. Aquello no barruntaba nada bueno, tenía un par de ñoños machucados.
Hasta los pececillos, lisas, pejes verdes y sigilosos cangrejillos hacían morisquetas…yo, tan curra, y me reguindé en el fonduco!




¡Vaya una toleta, pensé, toda la vida entre rocas y olas y no aún no he cogido el tranquillo! Recostada en el jable, el pie sano hacia el cielo y una tonga de caracolillos engarapitados en la tabaiba, olvido la trapisonda y me engolosino con las montañas, lejanas y poderosas.



Cerca, adivino un cuprés, aulagas, chajoras y hasta algún tajinaste. Más allá del mar y los médanos, el cielo se ríe de mí, saca los creyones y trapichea con los colores.





Fotos Virgi
Voces

martes, 7 de diciembre de 2010

Mudanza


Cuando vivías en la casa africana, trepaba al cuello de la jirafa y me descolgaba en tu balcón. Los monos aullaban tímidamente, sabedores de la aventura que guiaba mis pasos, y las garzas, bajo el alero, se hacían las distraídas, oteando el horizonte por si había que emprender el vuelo.
En aquel paraje de sabanas y rugidos de león en la maleza, fui feliz como un baobab cargado de agua, tanto amor me hacías sentir.


Ahora que te mudaste al edificio musical, mi amada Julieta, las notas de las tubas y los clarinetes, apostados en la fachada y retorcidos por las manos de un albañil inexperto, me impiden oír tus gemidos de placer. Ya no percibo tu voz tenue y enamorada y ni siquiera consigo escuchar el entrechocar de las espadas en los callejones.
El azul me aparta de tus ojos y no atino a comprender la razón de estos caprichos. ¡No sabes cuánto extraño aquel primer balcón de nuestros encuentros!



Fotos Virgi
Dresde

martes, 30 de noviembre de 2010

Serenidad


No tenía nada que perder. Se subió al muro y aguardó.
Al fondo, el Big Ben marcaba las horas. Para él, un tiempo sin sentido.
La liquidación en el bolsillo, ni familia ni amigos de relevancia. En el maletín, ligeras pertenencias, entre ellas, su inseparable Bartleby, un par de camisas, unas cajas de cigarrillos y un pijama. ¡Ah, el pijama! Recuerdo de tiempos mejores, cuando dormía en una buena cama y desayunaba huevos con bacon. ¿Y ahora, qué?
Tendido sobre el muro, no sabemos si por debajo pasa el río o un ferrocarril, nuestro hombre mira el cielo, fuma y ve pasar las nubes. El paraguas lo tiene a medio abrir, quizás la última previsión antes de echarse a la calle. Un reducto de esperanza todavía.

Yo, que lo miro desde el parque, confundo el humo del cigarrillo con el de la chimenea, la maleta con una papelera y su cuerpo con la cornisa. Fuma lánguidamente, como si tuviera la vida y el azar por delante, como si acabara de descubrir el truco imposible de la existencia. Sereno y feliz, la flor del ojal aún vibra con la brisa.
Poco a poco veo que se diluye. Uno más en la vorágine de la ciudad, sin nombre, sin sangre, sin huellas dactilares.
Cuando llego a su altura, sólo queda el paraguas.


Hombre acostado sobre un muro, 1957
L. S. Lowry
Galería de Arte de Salford

jueves, 25 de noviembre de 2010

Inalcanzable


Acércate, quiero tocarte

No puedo.

Por favor. Quiero sentir la humedad del cielo, el frescor del alba…

Lo siento, si me detengo, dejaré de ser yo.

Entonces, continúa, me bastará que me tiñas con tus colores, que te reflejes en el metal de mi vida, que transites por el aire que me acaricia. Te veré pasar y sabré que, con tu sombra, ya tendré algo de ti.



Foto Virgi

sábado, 20 de noviembre de 2010

Miradas II


Tendedero elemental.
Sólo admite piezas delicadas:
brisa, lluvia, besos, nubes.




¡Hermana, corre!
Ahí está la luz que señala el camino.





Nada hay nuevo bajo el sol.
Y menos el balconning, dijo la paloma.



Fotos Virgi.
Portugal, Dublín, Cáceres
Miradas I

sábado, 13 de noviembre de 2010

Juguetes


Con su pinta de húsar, venía el caballero a través de la campiña. Al hacer un alto en el camino, topó en una fonda con la chica de sus sueños, la bailarina incansable y cinturita de avispa, recién apeada del tren de los deseos.


No hubo palabras, con la mirada ya supieron el porqué del hula-hoop y del caballo blanco. Al pie de las rocas manchadas por la tarde, ella le dijo que su sueño era construir palacios con bloques de colores.











Para él,
después de cabalgar medio continente
nada mejor
que
cocinar y lavar,
mientras
el corcel trotaba en los prados.




Fueron tan felices, que aún fantasean su amor sobre las repisas de la infancia.



Para Reyes,
de Virgi.
Gracias por venir.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Ballena


Y el mundo era la ballena.
Y la ballena era el mundo.

Pasos, rumores, hojas contra la brisa.
Misterios por explorar, miradas, descubrimientos.

Era el mar el mundo, la ballena en el mar.

Letras, borrones, rayas, trazos inseguros.
Una lágrima, un capricho,
una flor con los dedos, sonrosados y tiernos.

Animalitos en frascos,
un huevo tibio en la palma de la mano.
La seta que crece en la noche silenciosa.

La ballena era todo el orbe.
El mar, su mundo azul y finito.

Cuatro líneas, cuatro colores, una sonrisa.
La ballena y la niña.
La niña y la ballena.
Una ballena en el papel.

El mundo, azul y aún reciente.
La ballena, el mar, la niña.


Dibujo de C. L. H. , 4 años

viernes, 29 de octubre de 2010

Certeza



No sé si eran del G8 o del G20.
Allí estaban, con sus maletines, con sus valijas, con sus pasaportes de ciudadanos del mundo.
No supe si iban o venían.
Impertérritos, dejaban pasar el tiempo. Total, no tenían nada que perder.
En algún lugar relucían los cócteles, flameaban las banderas, se extendían las alfombras.

Nuestros hombres se mantuvieron al pie del aeroplano, del pequeño Ford.
Sin guardaespaldas, sin policías, sin palabras de bienvenida. Por no tener, no tenían ni prisa ni jet lag. Bien creían que entre ellos y unos pocos más, el mundo caminaba a su son.
Pasó el tiempo y cayó la noche. La ciudad los rodeó, fría y oscura. Las banderas volaron con las alfombras, los cócteles perdieron el brillo.
Los tres siguieron allí, ni siquiera miraron alrededor, el mundo cambia pero no ellos, sólo creen en sí mismos y en la certeza de su poder. Me han dicho que aún esperan.



Los diplomáticos, 1939
Peter Purves Smith
Galería Nacional de Australia
Camberra

viernes, 22 de octubre de 2010

Otoño


Sólo había nubes.
Nubes y nubes.
Allí estaban, mirándome.
Traían el aroma del otoño.



Dorados y marrones.
Rojos y naranjas.
Granates y rosas.



Eran nubes, sólo nubes.
Del cielo se desprendían las hojas.
Y eran nubes, sólo nubes.


Me donaron el otoño.




Fotos Virgi

viernes, 15 de octubre de 2010

Trío de ases

En este mundo sin papel ni tinta, cartón ni tickets de caja, ando por veredas insospechadamente hermosas y originales. Cuando mis pies las recorren, veo la vida en ellas, la calle, la gente, el rumor de los pasos heridos o felices, el pálpito y la brisa. Aquí va un trío de ases que cojo prestados de esos caminos. Poesía sin cartas marcadas, una ruleta de pares e impares, rojos y negros sobre el tapiz infinito de la palabra, acertando a doble o nada.



círculos

¿Alguien alguna vez supo lo que es un círculo?,
dijo; y se prendió fuego sin pensarlo dos veces.
Desde entonces no sueño más que circunferencias:
esposas, lunas, llantas. El dolor es redondo.

José Zúñiga, Tiempo a destiempo




Puede que me despierte una mañana

Puede que me despierte una mañana
mañana
puede que los recuerdos sean dorados
y dorada la jaula que construyamos

Puede, amor
que mañana
dorada
la soledad
no sea suficiente
la madrugada insuficiente
los recuerdos pasados
y el dolor compartido

Puede que despierte una mañana
mañana
y que los recuerdos sean recuerdos
que la mañana sea hoy
dorada

Paz Hernández, Entre completas y vigilias





UN ODIO NUMERADO
11.

ocupan
con sus pies
el mismo asfalto
que cualquier otro

y sin embargo
esta misma tarde
fueron desalojados
a otra calle
más estrecha
con asfalto
pero más estrecha

todo
escondía una intención

evitar
que los vecinos
pisasen
jeringas
o pedazos
de costras
con corazón

alguien
debería explicar
a estar personas
que en ningún momento
la acera
dejó de ser
de todos

Ángel Múñoz, Desde las lindes del sur


Fotos Virgi

viernes, 8 de octubre de 2010

Miradas I

Sobre el toldo vibraba un Pollock.
Nunca supieron las palomas de sus posibilidades.



En la puerta, un hueco.
Cerrémoslo, nadie vendrá a visitarnos.



La hoja tiembla ante el laberinto.
Imposible para mi levedad, dice.



¿Cuánto más he de esperar? piensa el niño.
Llegará la noche.
No habrá respuesta.


Fotos Virgi

sábado, 2 de octubre de 2010

Voces


Espero la guagua, la sorimba no deja de caer. Impaciente, me columpio en el veril de la acera. Unos mirlos, empericosados en el barbuzano, gorjean con sus picos amarillos. Traquinan entre el follaje, mientras el cielo deja caer unas noriegas zanquiadas y yo, desinquieta, busco refugio en el goro. Alongándome un poco, columbro la mar, lejana, plateada, refulgente.

Espero un asío, pero la posma no da un respiro. Parece como si el agua pasara por un fonil estrechísimo, o una cernidera taponada de callados le impidiera la salida.
Busco en mi borsolón algo que no encuentro. ¡Ah, ya sé! Un pequeño jallo de madera. Tiene una rebarba afilada y con una navajita que siempre cargo, entretengo la espera. La calle brilla con el agua y el piche recién colocado me recuerda un almendrado de regaliz y melcocha. La guagua no llega. Enrabiscada, embico mis pasos al carrito y consigo el último colorín de la semana.

Me arrimo a los muros, descanso en los alpendes.
Continúa serenando y llego a mi chozo con tremendo jilorio. No hay nada como apalastrarse en el diván, mientras el aguacero, ahora sí, da en los cristales.


Foto Virgi

sábado, 25 de septiembre de 2010

Tránsito



Allí estaba.
Quizá esperándome.
Lo cierto es que la cogí.
¿Cómo no hacerlo?
Con su esplendor de luna y estrellas, me llevó lejos.



Y me posó en el nido.
Oía el viento en la veleta.
Un paisaje siena, amarillo, gris, en mis ojos.





Torres, murallas, piedras, almenas.
Callejuelas, portones, troneras, minaretes.
Llanura infinita.
El sol sobre las tejas,
las gárgolas,
los balcones.







Escribo a la sombra de la higuera.




Fotos Virgi
Madrid, Cáceres, Trujillo

sábado, 18 de septiembre de 2010

Sueño



Dormía

Palpitaba suavemente su pecho y el tul que lo cubría menguaba y crecía como la marea en algún charco de la orilla. Los brazos a los lados del cuerpo, tibios, tiernamente sonrosados y la cintura envuelta en un amasijo de cintas.
Los hombros descubiertos eran tan apetecibles como las manzanas, sedosos, seguramente crujientes en su esqueleto perfecto.
De cara a la pared, rozando un cortinaje oscuro que le concedía un perfil de diosa de altar griego, una cariátide horizontal, una bella durmiente de cuento clásico. La cinta dorada brillaba entre los cabellos, como luz tímida alumbrando el lóbulo y el cuello, tan puros, tan frágiles.
El terciopelo carmesí de las mejillas me decía que dormía plácidamente, que ni siquiera soñaba, que otros lo hicieran con ella mientras simulaba la muerte.
Me acerqué una y otra vez, nada perturbaba su descanso, ni los pasos, ni las voces susurrantes que se amortiguaban frente al sueño plácido y eterno.

Fui a verla repetidas veces. Siempre serena, imperturbable, con su piel de marfil y seda, me contagiaba la placidez de lo intangible, un halo de hermosura fuera de mi entendimiento. Esa luz que sólo encontramos al tropezar, así de pronto, con la magnitud de la belleza, y cuyos rayos únicamente nos sirven para que podamos percibir, con más claridad, la oscuridad de nuestra senda.


El sueño, c. 1800
Francisco de Goya
National Gallery, Dublin

domingo, 12 de septiembre de 2010

Spanglish II



Closed.
Oscuro. Sin aire.
Tan cerca todo.
Y tan lejos.
En la cuadrícula se diluye el cielo.

Hay colores
formas
rocas
kissses
people.

Don’t worry.
¿Cómo?
No puedo traspasarla.
Inténtalo, es fácil.
Of course.

Sola.
Detrás de la malla.

Tomorrow.
Perhaps.


Fotos Virgi

domingo, 5 de septiembre de 2010

Setecientos

En setecientos metros cabe un parque, una plaza. Recorro setecientos metros mientras paseo al perro. Voy al cine y camino setecientos metros. Aparco el coche, corro setecientos metros y me zambullo en las olas.

A setecientos metros aguardan.
No hay luz, ni olas, ni perros que ladren.
Hay oscuridad. Y en ella, gente que espera. Hablan, sonríen, comen lo mínimo, sudan, juegan tal vez a algo, no sé si cantan o rezan.
Están abajo, a setecientos metros.

Hemos llegado a la Luna, sabemos a que distancia está Andrómeda, tenemos escudos antimisiles y minas antipersonas. Limusinas de metros y metros, baños con grifos de oro, leo en el ibook, me contestas con el iphone. Uso el skype y me bronceo con los ultravioleta.

Ahí están, a setecientos metros.

Va por ellos, por su esperanza, por su lucha, por su trabajo bajo el desierto y sobre la roca. Por su fuerza, por su barba, la del tiempo que aún les queda, por las velas entre las piedras y los cantos en la noche.
Va por ellos, abajo, a setecientos metros.




Imagen de El País
28/08/2010

domingo, 29 de agosto de 2010

Trazos



Se sienta. Frente a la pizarra naranja. El lugar al que regresa cada día, allí donde los trazos le cuentan su vida. Se sienta y garabatea. Escribe frases inconclusas, tejiendo la maraña de heridas que quisiera olvidar. La sombra del hierro le marca las horas. Nada lo perturba. A veces hace sólo rayas, otras mira los campos a sus pies y lo hipnotiza el mar de yerbas tostándose al sol del verano. A un lado, en un muro alto, los cardos señalan el cielo, dorados, secos, gráciles.



Cuando atardece, pasea bajo el pórtico de la plaza. Observa las lámparas y, el balanceo tenue que la brisa les provoca, le recuerda sus días de marinero, atisbando fanales como luciérnagas entre las olas. Camina arriba y abajo. Entre la escritura matutina y los paseos en la tarde, se le deshacen los días.



Nada quiere. Nada ansía.
Soñar que escribe.
Escribir que sueña.
Soñar que sueña con lo que no es ni será.
Quizá algo primigenio.
Un liquen en las piedras.
Sólo eso.

Y el azul, siempre azul.


Fotos, Virgi
Extremadura, 8/10