Estaba allí, indemne bajo las
inclemencias.
Le oí un leve crujido; necesitaba
quizás que
alguien se sentara en ella, que un gato ronroneara
sobre su regazo o
que un anciano cantara una copla
al atardecer, bien acomodado en su estructura
de
madera y cuerda.
Enfrente, el león, encadenado
a la fuente
de por vida, lloraba y gemía;
hubiera dado cualquier
cosa por
apoyar su cabeza de rey en aquella silla
de bronce y contemplar
el juego
infantil en la arena.
Fotos y texto, Virgi
(Finestrat, Polop, Calpe)