lunes, 31 de marzo de 2014

Pupila y palabra XXXVII

Arte al paso




Aunque Baselitz elabora grandes cabezas de madera, no pude dejar de pensarlo al ver esta mole a la orilla de la marea, sostenida por un robusto cuello de tosca, acariciada por la brisa y la sal oceánica. Una cabeza mirando al horizonte, ese que suele tener algo de azul, y que ahora vemos negro, por mor de nuestros ínclitos gobernantes.





 

Y el azul irisado de Monet se transforma en verde y sus nenúfares son islas de algas y musgos, trocitos de vida sobre la vida acuosa que se mueven con el soplo del viento, redondas tartas flotando en charcas casi olvidadas, reductos de mosquillas, larvas, folelés.







Muy cerca, unos sarmientos me llevan a Richter, líneas, rayones, trazados inconscientes sobre la oscuridad de una cueva. Falta el color abundante del pintor, pero  la fuerza de estos trazos no precisa de ninguna paleta y aunque sean quebradizos me dan ganas de construir algo con ellos: un refugio, un techo, una pared, una urdimbre que me proteja de algo que aún no sé.







Afortunadamente, llega la luz, la que tarda, la que deseamos, la que marca el sendero que nunca somos capaces de encontrar. La luz, siempre la luz, objeto de deseo eterno, intangible, leve, ingrávida, ineludible. La que quisieron atrapar unos y otros, la del arte y la poesía, la de las religiones y la de los agnósticos. La luz que está y se va, la que ilumina poco o demasiado. Un polígono de luz en un suelo abandonado, un  espacio luminoso que bien podría ser de Bruce Nauman.







Y a unos pasos, muy poco, un montaje más de la pródiga naturaleza, un golpe de efecto entre basuras, jallos, bolsas plásticas, piedras con asfalto. Un montículo de piedras del Land Art, una sorpresa de lava y flores en medio del caos, un paréntesis de paz al borde del desastre.



Fotos y texto, Virgi


martes, 25 de marzo de 2014

Ruta


Me dijeron la dirección, los cruces, las desviaciones.



Empeñada  en encontrarlo, 
paso a paso, 
seguí marcas y señales.


Y aunque la niebla borraba el sendero…
  


…encontré el lugar
donde sangraban las flores.





Fotos y texto, Virgi

sábado, 22 de marzo de 2014

Dos microrrelatos Dos

Magnánimo como acostumbra, Juan Yanes me cuelga dos microrrelatos en su Máquina, engalanadas mis palabras con una foto magnífica de Arno R. Minkkinen.



Gracias, Juan.
Montones, montones.

jueves, 20 de marzo de 2014

Pupila y palabra XXXVI



Natsuki



La joven Natsuki ya no vive en la ciudad. Se cansó  de ella después de perder a Hichiro en el bosque de los suicidas. Nunca lo encontraron. Todo lo que le recordaba a él, son ahora jirones de su amor.
La joven Natsuki ya no vive en la ciudad. Se ha mudado a la antigua casa de su madre, en las cercanías de Kyoto, una casa que le trae los dulces recuerdos de una infancia aún cercana, un tiempo de tradiciones, cerezos en flor, cometas al viento, casas de madera y santuarios en los montes.




La joven Natsuki ya no vive en la ciudad. Va en bicicleta al mercado donde iba con los abuelos, oye música en un viejo aparato y al caer la noche, extiende el futón donde su padre le contaba las leyendas del país del sol naciente.
La joven Natsuki ya no vive en la ciudad. Ha recuperado el placer del baño en la tina de madera. Es ahí donde se introduce cada tarde, en el agua primero caliente, y luego tibia, ahí donde lava su hermosa cabellera, mientras el pecho desnudo se le enfría y la bata cubre su cuerpo de flores y lo perfuma de azul.

 

Ahora, la joven Natsuki sube la colina entre los toriis rojos que conducen al templo, pasea entre geikos y maikos, pedalea por las calles sembradas de pétalos rosas o lee bajo la serena sombra del templo amarillo. La ciudad es para ella como una nube que se aleja con el viento. O como la nieve sobre el Monte Fuji, blanca, distante, ajena.


 Joven en baño, Ito Shinsui (1898-1972)


Fotos (excepto toriis rojos, de internet) y texto, Virgi

jueves, 13 de marzo de 2014

viernes, 7 de marzo de 2014

Versatilidad




Cansada de disparar, guardó  su cámara y los gastados cartuchos. Ya no captura nada, ni aves, ni peces, ni conejillos. Tampoco instantes, nubes, ocasos. Su mirada se entretiene ahora en lo casi imperceptible: un desconchón, un guijarro, la florecilla recién abierta, el salto de una rana, el vuelo de un gorrión, las gotas sobre la plaza.






Fotos y texto, Virgi

lunes, 3 de marzo de 2014

Sevilla con niña




La niña del perro camina hacia el verde, verde horizonte. Aún no conoce bien como nombrar todo lo que siente, pero bajo su densa cabellera ruge el poder de la palabra. La palabra que, como un torrente, llena la ciudad entre los vericuetos del barrio judío, los jardines de la poesía y los mosaicos de los callejones.

Ajena a la escritura que describe su origen, se entretiene pintando hadas, estrellas, delfines y perros. La esponja que ahora es, se tornará fuente y manantial, frescor reflexivo a la sombra de los álamos del río.




Y yo, que paseo entre Triana y la Giralda, la disfruto como un poema más en esta ciudad de copla y abanicos, cante y versos, mientras los eslabones de la Palabra se anudan en las esquinas de nuestras vidas.



 Para Selene


Fotos y texto, Virgi