Ligereza
Se calza los patines y entra en el lago. Las yerbas de las orillas están heladas, casi ni se vislumbra el sendero que, desde su casa, debe recorrer hasta la superficie pulida y brillante. El reverendo Robert Walker desafia la gravedad vestido como un caballero a pesar de las calzas negras. Cada tarde de invierno, justo a las tres, se ejercita una hora en el lago de Duddingston, un pueblecito pequeño debajo de la mole del Artur’s Seat. Allí olvida que la torre normanda de la iglesia pide ser remozada, que sus feligreses no son todos lo fieles que deberían, o que en
Sheep Heid Inn se trasiega más de la cuenta.
Con la parsimonia de un convencido ministro de la Iglesia, sereno y concentrado, se desliza con una ligereza envidiable, mientras los ánades cruzan
el cielo y el atardecer tiñe de un rosa levísimo el hielo, las nubes y su semblante.
Solo las más de las veces, recuerda su infancia holandesa, al borde del mar y los canales. Con la vista en el infinito, el abrigo al viento y los brazos cruzados sobre su pecho de creyente y practicante, el reverendo Robert Walker, esbelto, algo dandy, patina cada día, un rato antes del té, dejando las huellas de un avezado deportista sobre el espejo enorme del agua congelada. Abrigado, seguro de su equilibrio, nos muestra un perfil insólito, como si tuviera la perfección a su alcance, el alma en paz y el cuerpo dispuesto para cualquier acrobacia sin que se le mueva el sombrero, ni la brisa agite el pañuelo.
Sir Henry Raeburn, 1756/1823
Rev. Robert Walker patinando en Duddingston Loch
Galería Nacional de Escocia
Patos en la orilla de Duddingston Loch