En modo
repaso, Voces XXXI, entresacadas de las
que llevo colgando en el blog desde hace unos ocho años.
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1. Alongándome al postigo, veía la placita, donde unos cuantos
tortolines, muy cumplidos y curros, se entretenían debajo de un zapotero. Uno
de los macharengos, medio majalulo, por hacer parigüetas fue dando bandazos, tropezó
y fue a reguindarse en el fonduco, junto al chaplón de una casa; otro de los
galletones, con las canillas llenas de murras y más flaco que un guirre, le dio
por aperruñar a un perrillo que no sabía cómo zafarse ¡demontre de chicos!, algo
más allá, a un par de zangalotas se las veía engodadas con unos gatitos recién
nacidos…¡qué falta de ignorancia, como si no hubiera otra cosa que hacer, esto no lo
cura ni el médico chino, una juventud que pasa las horas con una mano encima de
la otra, y yo que no doy avío con mis menesteres! A buena hora y con sol me asomé a golisniar, si
lo sé no vengo, ¡arráyate un millo!, me dije a mí misma, chica matraquilla me
entró con estos macharengos, ¿no será que este huevo quiere sal?
2. Por alongarse al bufadero, tropezó en la roca como un
velillo, se trilló los dedos ¡y chiquito totufo le salió también en la frente!
Ya no podría tocar el timplillo, el trancazo fue mayúsculo. Le decían: “No seas
trafullero, vete por la vereda y no te botes que no hay agua”, y él, camocho como siempre y algo templado, cargó la
gueldera y los matules de la pesca y se largo pa’l risco. ¡Aimería!, pa’ eso sí
que era ajeitado, lo que tenía de poco alegador y agoniado, se le mudaba a
parlanchín y sereno cuando trincaba buena pesca: alfonsiños, catalufas, viejas,
abadejos,…nada se le resistía. Arrentito
a la orilla, bien arregostado de
carnada, golifiaba la mar como si fuera un cazón. Pa’ eso los dedos no se le
arripiaban, “La pesca no requiere de melodía”, decía. Y también: “Camarón que
se duerme, se lo lleva la corriente”. Aruñado como estaba del talegazo, la caña
y el sedal no le molestaban (“Pa’ casa nada pesa”, le decía su abuela), y en el
balayo, un poquito gofio y un buchito café, pa’ embicárselo si le daba la
dormitera. Y pardiando, de vuelta al chamizo, pero esta vez, sin pasar por el
bufadero, no iba a tropezar en la misma piedra como un carajito.
3.En el chaplón
del ventanillo colocó, bien afinadito, el flis pa' las moscas, cerca del
bernegal. Obstinada la tenían, fincha y fincha cuando más jeringada estaba
y con su madre, gritándole: "¡No seas jadaria, muchás, deja esos bichos y
vete al mandado que te dije, que el latonero es un jocicudo y se revira
presto...y no vayas por el verilito, que te conozco y eres una fachenta!"
Asocadita contra la pared, se miró al
espejo, acacharrado como siempre, que hasta algo bembuda la
hacía; pero le daba igual, ya tenía un firringallo que la pretendía, así que
apagó la cocinilla y con las lonas nuevas se mandó a mudar, que en eso se
parecía al padre, presumido y gallito como él solo. “El que a los suyos se
parece, honra merece”, pensó. Y bien atildadita, fundamentosa aunque su madre no
lo creyera, cogió la vereda, mientras el bardino del vecino (¡chiquito perro
alcahuete!), desagallado, ladraba sin parar. Y ella, bien tranquila, que por
algo había oído decir lo de: “Gallo que no canta, algo tiene en la garganta”, o
el otro: “El que nace barrigón, ni que lo fajen chiquito”.
4. Tendió los chusos en la liña, encharcados los traía de
caminar por los andurriales bajo la sorimba. Entaliscada en un gocho dejó la
garrafa, ya la trincaría otro día. Con un geito muy suyo, se lambusió las manos, nadie vería que era un
majalulo merdellón, ni su padre le iba a decir: “¡Pícamelo menudo que lo quiero
pa’ la cachimba!”. Se hacían las horas, y las cholas, babosas por el aguachirre
que escurrían, le molestaban también, así que las desanudó, botándolas donde el
entullo. Le parecía tener el buche virado y las noriegas que seguían cayendo,
le aumentaban la magua que ya le duraba unos días. También le dolía el totizo,
quizá fuera del partigazo en las lajas resbalizas. Entró al fin en su chozo,
corrió el fechillo, y como un totorota se echó en la piltra, antes de que le
diera un yeyo, se sentía “como una cucaracha en baile de gallinas”. Con
seguranza, al despertar sería el puntal de siempre, un mal día lo tiene
cualquiera.
5.¡Quítate el dichoso batilongo, que
ahorita le salen grelos, y camina diestra pa’ la venta!
Mira que el otro día el chafalmeja ése te dio unas papas bichadas, no vaya a ser que te tenga la medida
cogida y te embarulle siempre. Y no te me vayas a olvidar de las hojillas
de afeitar del tiesto de tu padre, que ayer casi no acaba,
por andar ahorrando unas ferrujientas que le regaló tu abuelo. Espabílate,
a mí no me vengas con machangadas… que si te espera el golfiante del
vecinito, que si tienes prisa pal baile… ¡ah, y trae el bichero, que quiero ir
a la marea a pulpiar…¡y como espiche uno, se lo paso por los besos al
tolete de tu tío!... menudo está, que sale como las corujas y no coge ni
pal conduto. Y no te amules, mi niña, que tu madre no está hoy pa´ gente
ñanga. Así que no te me escarriles y de camino trae al zorrocloco de tu hermano,
que se fue a coger higos al bardo del barranco, luego se enrala por esos
andurriales y viene hecho un arritranco encachazado. Le di un balde, a ver qué
trae, este es capaz de irse de belingo sin avisar, con el gentuallo de amigos
que tiene, todos unos chafalmejas. Y ahora mira, tú que eres una camorruda, y
él siempre en los celajes… a ver quién se come esta carne fiesta que hice… ¡y
no me vengas con que soy una vieja chocha, que vaca chica siempre es novilla, y
los tengo bien calados a los dos!
Y de tu padre ni qué decir, ¡vaya
tortolín, pues no quería vestirse a la chamberga pa’ dir al curandero! Pues no,
mi niño, le dije, usted se me espabila y en un intre lo quiero bien atildado,
que esto no es juguete, no se me va de aquí con la ropa champurriada, sino con
el terno nuevo, el de las fiestas de San Isidro. Si hasta pretendía cargar con
el timplillo, el muy atorrante, se creía que íbamos de belingo con el lambido
del sobrino. Con el tobillo como lo tiene, amochado que está, y aún no coge
fundamento. No sé, no sé que le dirán allí, pero jaquecoso sí que se pondrá,
flaco como un cangallo, carraquiento pa’ caminar y algo atoletado que lo veo
(desde que se enfonducó en el chavoco y estuvo un tiempo que no atinaba), a ver
que beberaje le dan o que geito le hacen…porque a mi edad, yo también estoy
medio abatatada y se me va el baifo sin darme ni cuenta, ¡vaya tres patas pa’
un banco que tengo con ustedes!
Texto y fotos, Virgi