Vestido medio a la chamberga salió con las claras del día y
traspuso entre los gochos y las chapas repletas de verodes, magarzas,
tajinastes.
Algo se trae entre manos, pensó la hermana, un fisco de
chica, fijona y lisardilla. Si está acabantito de levantarse, ni tiempo ha
tenido de tomarse la leche con gofio.
No se atrevió a pegarle un grito, no sea que con lo
malajeitado que era, mirando pa’trás fuera a pegarse un costalazo en medio las
pencas, que buenos finchos tenían.
Lo columbró algo después entre los escobones y las tederas
floridas, caminando ardiloso como si tuviera un negocio secreto o una cita
repentina. Imposible, con lo babieca que siempre fue, esmorecido y de semblante
rebencudo, no le cuadraba ni lo uno ni lo otro.
-¡Salpica pa’llá!- le había dicho en el quicio de la puerta.
Y ella, que era una menuda todavía, solo se atrevió a golifiar detrás del ventanillo,
mientras pensaba: “A ver si lo emborcan bien, por fachentoso”.
Texto y fotos, Virgi