viernes, 27 de mayo de 2016

Voces XVII


¡Quítate el dichoso batilongo, que ahorita le salen grelos, y camina diestra pa’ la venta!  Mira que el otro día el chafalmeja ése te dio unas papas bichadas, no vaya a ser que te tenga la medida cogida y te embarulle siempre. 

Y no te me vayas a olvidar de las hojillas de afeitar del tiesto de tu padre, que ayer casi no acaba, por andar ahorrando unas
herrumbrientas que le regaló tu abuelo.


Espabílate,  a mí no me vengas con machangadas… que si te espera el golfiante del vecinito, que si tienes prisa pal baile… ¡ah, y trae el bichero, que quiero ir a la marea a pulpiar…¡y como espiche uno, se lo paso por los besos al tolete  de tu tío!... menudo está, que sale como las corujas y no coge ni pal conduto.  Y no te amules, mi niña, que tu madre no está hoy pa´ gente ñanga.









Texto y foto, Virgi

domingo, 22 de mayo de 2016

Leer, leer, leer (XXVI)



  Patrick Modiano


Hechizada por Modiano, me obliga a repetir  una y otra vez lo que de él voy leyendo. En un juego casi sin fin, parece como si su propia manera de escribir es la que yo también debiera practicar en la lectura de sus libros. Sobrio, sin concesiones al brillo, Patrick Modiano (1945) escribe novelas cortas y contenidas, donde la memoria juega un papel fundamental. Memoria de gentes, de actos, de lugares, de situaciones.

Lo leo inusualmente despacio, y aún así, cuando vuelvo a cogerlo, he de repasar varias páginas, pues siempre me esconde algo nuevo, un enlace que no había descubierto, un pliegue que pasé por alto, un lugar que no reconocí.

En sus novelas, Patrick Modiano busca sin cesar. Una búsqueda vital con un cierto desorden premeditado, que mezcla gentes, momentos, circunstancias, con saltos imperceptibles en el tiempo y el espacio que me llevan a un juego como de rayuela,  a veces a la pata coja, otras veces con los números pares o los impares; más allá, desde el final  mirando al principio, para comprobar si he hecho lo correcto, si he pisado o no las casillas necesarias para acabar de la forma más adecuada.


Su pertinaz indagación sobre un personaje hace que el escritor lo siga con la perseverancia de un detective: indaga acerca de sus diferentes direcciones, consigue documentos familiares, escudriña las guías telefónicas, estudia con ahínco en las hemerotecas.



Para la estremecedora Dora Bruder, el escritor rastreó las huellas de una joven desaparecida a principios de los cuarenta en París, para llegar a un final afilado como un cuchillo, donde la memoria va encontrando alguna luz entre las rugosidades terribles de la vida, cuando la libertad se ceñía a una estrella amarilla cosida en la ropa.

Pedigrí, pequeña y dolorosa novela más que cercana a su  autobiografía, donde nos abre la puerta a sus orígenes:

_Todo es real. Es una autobiografía un poco especial. Quería hablar de cosas que me hicieron daño y que me resultaban extrañas. En otras autobiografías se habla de cosas íntimas con las que uno está de acuerdo, con las que te reconoces. Yo, por el contrario, quería liberarme de cosas que me hicieron daño. Quería desembarazarme de todo eso que yo no elegí, que no me concernía del todo y que me hizo daño... (*)

Retrata a su madre, bailarina desligada de su hijo, que va y viene al son de sus intereses, y al padre, un hombre frío y distante, que nunca le demuestra ningún amor y del que se separa para siempre en su juventud. Pero nada en el libro nos lleva a la pena, más bien ilumina un camino del que envidiamos su lúcida objetividad.

En La calle de las tiendas oscuras, o la levedad de la memoria, un detective intenta saber quién fue para saber algo más de quién es. Un recorrido apasionante, donde el lector pierde pie, tanto o más como si fuera él mismo quien se busca. 
En definitiva, Modiano arma y desarma el rompecabezas en un solo libro y en varios. Encuentra las piezas de uno y le sirven para otro, pero ya serán distintas, aunque parezcan las mismas.

O es que tal vez lo son.


(*) Entrevista en El País, 16 mayo 2009

Foto y texto, Virgi

martes, 17 de mayo de 2016

Ni


Ni mandarinas de lujo.
Ni colores primaverales.
Ni sonrisas de alegría.
Ni anuncios de bienestar.
Ni sorpresas de marketing.
Nada de eso ni de otras cosas.
Nada.


Sólo el suelo duro, el frío de la noche 
y la soledad de siempre.



Foto y texto, Virgi
(Chicago, marzo 16)