miércoles, 30 de agosto de 2017

VOCES XXVI


¡Fos, menuda peste con las microalgas estas! ¿Pos no van y dicen que eso es normal, que cuando salen del fonduco del mar no se qué bacterias a coger aire, se reburujan todas y, desarretadas, pegan a escarrancharse por esos veriles de la costa? Así van, jeringando a veraniantes, guiris, pescadores y bañistas, con un tufo que da penita.
¿Y pa’ dónde nos viramos, mija? Los rebenques de los políticos mirando pa’ otro sitio (pa’ que el turismo no se retrinque); los expertos, algo desinquietos, no acaban de aclarar  el asunto; la gente, emperretada, de ver tanta mierda aquí y allá. Alguno también a la bartola, bien repochados en lajas donde no hay ni rastro de esa vida encachazada. Y mientras crecen los hoteles, crecen también los vertidos a la marea, como si ella no se pudiera rebellar un día con tanto abuso… ¡si aquí ya no cabemos más, cristiano!
A mí que no me digan, pero si hubiera una cabeza pensante bien arrecha, esto se organizaba. Pero no, lo primero es lo primero: el negocio, mi niño. Y lo demás, que se encarguen otros… ¡cruz, perro maldito, un paraíso a punto de estallar como una pita!








Texto y foto, Virgi

sábado, 26 de agosto de 2017

Desengaño

Mucho número y ninguna vida, 
¿para qué me citaste entonces?



Texto y foto, Virgi

martes, 22 de agosto de 2017

Despaisajes

Despaisaje XLIII

Era una isla tan chica, tan chica, que con un único paso, las gentes alcanzaban el mar.



Despaisaje XLIV

Aunque la esperaban con vehemencia, no se atrevió la estrella fugaz a cambiar de aposento.



Despaisaje XLV

Trapecistas en la mañana y ahítos de brisa, se balancean en su circo particular.



Texto y fotos, Virgi

martes, 15 de agosto de 2017

COSMOGONÍA INVERSA



Paris se ha decidido al fin: las tres diosas son tan antipáticas que hubo de envenenar varias manzanas para verse libre de ellas.

No viven ya los dioses en el Monte Olimpo, sin contemplaciones los echaron para urbanizar la zona.

Hastiada Hera de las infidelidades de Zeus, decidió cambiar el rumbo de su vida al conocer a Afrodita, de la que se enamoró perdidamente.

Con los cabellos serpenteantes de la Gorgona, Perseo se hizo una deslumbrante peluca, amenazante y viva, con la que conquistó a Andrómeda; jugaba ella con los bucles escamosos, mientras las serpientes, celosas, la envenenaban lentamente.


La famosa nodriza de dioses, Amaltea, se hartó un día de amamantarlos; pasea ahora su hermosa geografía por cualquier virginal playa griega.

Lo que nunca nos cuentan es que el  apuesto Apolo, el más agraciado de los dioses, acudía con frecuencia a la dermoestética, por no perder la preponderancia que le procuraba su extrema belleza.


(Venus, Museo Arqueológico de Atenas)
Texto y foto, Virgi

miércoles, 9 de agosto de 2017

VOCES XXV

El hombre andaba siempre como extraviado, con una cadena colgándole del totizo, un sombrero negro mareado y una hondilla con falta de alañar donde, con más frecuencia de la que era menester, la gente dejaba caer alguna que otra perrilla, y en el mejor de los casos, hasta una peseta. Alegantín como él solo, si le daba la venada, se encasquetaba el terno nuevo y se ponía a discursiar en medio de la plaza, hiciera frío o calor, hubiera gente o no. Flaco como los guirres y ágil como un folelé, se escarranchaba otras veces en esa misma plaza durante horas, mientras se entretenía pintando en una libreta vieja con unos creyones gastados y mugrientos. Daba algo de revoltura cuando pasaba días y días sin bañarse, ¡menudo atrabanco!, decían unos, ¡malimpriadito muchacho!, decían otros.

Lo cierto y seguro es que listo sí que era, como una tea; tanto, que dicen que perdió la cabeza de tanto matraquillar con los estudios y se le fue el baifo; o más bien, se eschavetó pa’ siempre. Reburujaba nombres, apellidos, lugares y fechas con una facilidad pasmosa y aunque era un pidión sin necesidad, la gente le daba algo, por no verlo amulado. Tenían sus padres una casita cerca del mar y unas veces se empericosaba en la escalera de la azotea y se mandaba desde allí sus monsergas y otras se sentaba a la fresca, en un banco al soco del viento donde seguía con sus pinturas, pachorrento y ensimismado, sin atinar a quien pasaba, así fuera un anciano, un quíquere desorientado, el camellero con arena de la playa o un monifatillo consentido. Eso sí, el tanganazo bien que se lo ajeitaba a media tarde sin decir ni mú. Ni resuello cogía, el condenado.









Texto y fotos, Virgi

viernes, 4 de agosto de 2017

COSMOGONÍA INVERSA

El Minotauro se enamoró de Teseo, y para sorpresa de la Mitología, fue correspondido.

En el fondo del estanque yace Narciso; Ofelia lo contempla desde el borde, radiante en la venganza.

Furioso, el león lo persigue. Hércules, a pesar de su cuerpo voluminoso, sube al primer árbol que encuentra y se asienta en la copa. Desde abajo, la fiera, con una nueva cadencia, entre lastimera y gentil, sólo quiere que lo mate y así pasar a la Historia.

Ciertamente, Prometeo se ha arrepentido de haber robado el fuego a los dioses, mas nada podrá exculparlo de la deforestación de los bosques, la quema de Roma, el fuego de Chicago o el incendio de la biblioteca de Alejandría.

Cuando los marineros empezaron a cantar, mesáronse las sirenas los cabellos, aullaron de dolor y se lanzaron a las profundidades. Ulises, conmovido, prometió no regresar jamás a Ítaca.

Cronos nunca fue puntual, ni siquiera tenía un maldito reloj de sol.


(Laoconte, Museo Arqueológico de Atenas)
Texto y foto, Virgi