viernes, 29 de octubre de 2010

Certeza



No sé si eran del G8 o del G20.
Allí estaban, con sus maletines, con sus valijas, con sus pasaportes de ciudadanos del mundo.
No supe si iban o venían.
Impertérritos, dejaban pasar el tiempo. Total, no tenían nada que perder.
En algún lugar relucían los cócteles, flameaban las banderas, se extendían las alfombras.

Nuestros hombres se mantuvieron al pie del aeroplano, del pequeño Ford.
Sin guardaespaldas, sin policías, sin palabras de bienvenida. Por no tener, no tenían ni prisa ni jet lag. Bien creían que entre ellos y unos pocos más, el mundo caminaba a su son.
Pasó el tiempo y cayó la noche. La ciudad los rodeó, fría y oscura. Las banderas volaron con las alfombras, los cócteles perdieron el brillo.
Los tres siguieron allí, ni siquiera miraron alrededor, el mundo cambia pero no ellos, sólo creen en sí mismos y en la certeza de su poder. Me han dicho que aún esperan.



Los diplomáticos, 1939
Peter Purves Smith
Galería Nacional de Australia
Camberra

viernes, 22 de octubre de 2010

Otoño


Sólo había nubes.
Nubes y nubes.
Allí estaban, mirándome.
Traían el aroma del otoño.



Dorados y marrones.
Rojos y naranjas.
Granates y rosas.



Eran nubes, sólo nubes.
Del cielo se desprendían las hojas.
Y eran nubes, sólo nubes.


Me donaron el otoño.




Fotos Virgi

viernes, 15 de octubre de 2010

Trío de ases

En este mundo sin papel ni tinta, cartón ni tickets de caja, ando por veredas insospechadamente hermosas y originales. Cuando mis pies las recorren, veo la vida en ellas, la calle, la gente, el rumor de los pasos heridos o felices, el pálpito y la brisa. Aquí va un trío de ases que cojo prestados de esos caminos. Poesía sin cartas marcadas, una ruleta de pares e impares, rojos y negros sobre el tapiz infinito de la palabra, acertando a doble o nada.



círculos

¿Alguien alguna vez supo lo que es un círculo?,
dijo; y se prendió fuego sin pensarlo dos veces.
Desde entonces no sueño más que circunferencias:
esposas, lunas, llantas. El dolor es redondo.

José Zúñiga, Tiempo a destiempo




Puede que me despierte una mañana

Puede que me despierte una mañana
mañana
puede que los recuerdos sean dorados
y dorada la jaula que construyamos

Puede, amor
que mañana
dorada
la soledad
no sea suficiente
la madrugada insuficiente
los recuerdos pasados
y el dolor compartido

Puede que despierte una mañana
mañana
y que los recuerdos sean recuerdos
que la mañana sea hoy
dorada

Paz Hernández, Entre completas y vigilias





UN ODIO NUMERADO
11.

ocupan
con sus pies
el mismo asfalto
que cualquier otro

y sin embargo
esta misma tarde
fueron desalojados
a otra calle
más estrecha
con asfalto
pero más estrecha

todo
escondía una intención

evitar
que los vecinos
pisasen
jeringas
o pedazos
de costras
con corazón

alguien
debería explicar
a estar personas
que en ningún momento
la acera
dejó de ser
de todos

Ángel Múñoz, Desde las lindes del sur


Fotos Virgi

viernes, 8 de octubre de 2010

Miradas I

Sobre el toldo vibraba un Pollock.
Nunca supieron las palomas de sus posibilidades.



En la puerta, un hueco.
Cerrémoslo, nadie vendrá a visitarnos.



La hoja tiembla ante el laberinto.
Imposible para mi levedad, dice.



¿Cuánto más he de esperar? piensa el niño.
Llegará la noche.
No habrá respuesta.


Fotos Virgi

sábado, 2 de octubre de 2010

Voces


Espero la guagua, la sorimba no deja de caer. Impaciente, me columpio en el veril de la acera. Unos mirlos, empericosados en el barbuzano, gorjean con sus picos amarillos. Traquinan entre el follaje, mientras el cielo deja caer unas noriegas zanquiadas y yo, desinquieta, busco refugio en el goro. Alongándome un poco, columbro la mar, lejana, plateada, refulgente.

Espero un asío, pero la posma no da un respiro. Parece como si el agua pasara por un fonil estrechísimo, o una cernidera taponada de callados le impidiera la salida.
Busco en mi borsolón algo que no encuentro. ¡Ah, ya sé! Un pequeño jallo de madera. Tiene una rebarba afilada y con una navajita que siempre cargo, entretengo la espera. La calle brilla con el agua y el piche recién colocado me recuerda un almendrado de regaliz y melcocha. La guagua no llega. Enrabiscada, embico mis pasos al carrito y consigo el último colorín de la semana.

Me arrimo a los muros, descanso en los alpendes.
Continúa serenando y llego a mi chozo con tremendo jilorio. No hay nada como apalastrarse en el diván, mientras el aguacero, ahora sí, da en los cristales.


Foto Virgi