lunes, 29 de octubre de 2012

Leer, leer, leer (XV)


Un chico en la vorágine de la adolescencia, años cincuenta en París, una familia a punto de sí o no, desengañados comunistas que arrivan en secreto, el amor, nuevo e indescifrable, futbolines, ajedrez, la conciencia que empieza a tocar a la puerta del corazón.
Jean Michel Guenassia, tiende las redes y nos mece, cotidiana y tiernamente, en el mar de lo social, la rebeldía, el descubrimiento de la vida, inesperada en las esquinas que nunca aprenderemos a doblar. Nos mece y nos deja, vencidos, en la orilla de los optimistas, un refugio vano al que siempre hemos de volver.






Y en el  mar infinito aparecen Las Sirtes, creación exquisita de Julien Gracq. 
Un reducto imaginario para una posibilidad cierta: la del individuo frente al aparato omnipresente y poderoso del estado. Un estado capaz de involucrarnos en los peores desastres siempre que sea para su gloria.
En un ambiente fantasmagórico, donde pocas cosas son las que creemos, una sala de mapas que imagino templaria, un fortín al borde de la desesperanza anclado en el páramo nebuloso, irreal y poético del confín territorial, ahí, ahí están Las Sirtes. En el paraje absoluto de la literatura, en la soledad vibrante de quien escribe una fábula, con el conocimiento del que sabe que en la ensoñación, también se ancla la realidad.
Julián Gracq controla el tiempo como si fuera su dueño y Las Sirtes como el paisaje de una tierra premonitoria, pero eternamente humana.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Evocación




La anciana del bolso verde trastea buscando algo. Saca pañuelos, un espejito, caramelos de menta, un llavero sin llaves, un trozo arrugado de periódico, dos viejos lápices, unas pinzas, un carmín, un cuaderno de resorte, manchado y casi sin hojas. Sentada a la puerta de un convento, garabatea algo, no le importa que el papel esté ya escrito.
Cuando acaba, se mira al espejo y ve a la chica del periódico, a la que le dieron un premio por escribir un poema que ya no recuerda.




Fotos Virgi

jueves, 18 de octubre de 2012

Pupila y palabra XXIX






Nostalgia


Las nubes se rizaban, tibias en un cielo de otoño.
Juniet, sentada con su madre, veía pasar la mañana.
Iban a la feria del pueblo. Pero antes, la iglesia, con sus salmos y su aburrimiento. La mirada del pastor, inquisitiva tras la aparente dulzura. Juniet tiraba de la falda de su madre: ¿Cuánto falta, cuánto falta?
Le gustaban los domingos, salían todos en la tartana, lenta, minuciosa con las piedras, de ruedas enormes y asientos incómodos, serenamente tirada por la yegua, un miembro más de la familia.
Al soco del carruaje, se colocaba el perro y allá quedaba la granja, entre el riachuelo y las pacas de paja, las gallinas y el almacén.
Era un recorrido largo y la única ocasión en que pasaban una hora tan juntos, silenciosos y reservados, camino de la iglesia y de los vecinos.

A Juniet no le gustaban los actos religiosos, solemnes, llenos de cruces, promesas, amenazas y arrepentimientos. Con impaciente paciencia, esperaba el final para pasear entre vendedores de fruta, miel, verduras, herramientas. Había un herrero dándole al yunque, una señora que hacía cortinas de encaje y el anciano que daba vueltas a las nubes de algodón
Era de las pocas veces en que su padre le consentía algún capricho: un pajarillo en su jaula, una hucha de metal o un molinete al viento.
Pasado el mediodía, volvían de regreso. El camino, entre sueños, se le hacía enorme a Juniet.

Mucho más tarde recordaría ese tiempo. Al contemplar el cuadro, un perfume melancólico le traía el carruaje y el perro, las nubes, su familia, el silencio del sendero.


Aquellos momentos ya nunca volvieron.
Ni antes ni ahora. Algo tienen los domingos de nuestra infancia, un sabor dulce y triste, que sobresale entre las semanas y nos cobija en la nostalgia.


El paseo de Juniet , 1897 (?)
Henri Rousseau




viernes, 12 de octubre de 2012

Extravío



Según te alejabas,
el óxido se apropió de los peldaños.
 



Las palabras sucumbieron en el río.




El ocaso voló con los recuerdos. 


Fotos Virgi


(y  las estrellas, fieles siempre,
no se van, no,
las comparto con mis visitantes en 
Esta noche te cuento)

sábado, 6 de octubre de 2012

Confusión







Aves inconclusas, aleteos urgentes entre la maleza que hierve. 
Un fogonazo de verde, un estertor de hojas, la marea avanza y avanza. 
El vuelo de las garzas se confunde con las hilachas de nubes, fantasmas leves sin cadenas ni castillos. 
El acantilado gime y estalla, la montaña cruje y el cielo se derrama, navegando a favor del tiempo que nos  sorprende durmiendo.
 






Fotos Virgi