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El horizonte era una tímida línea entre el cielo y el mar.
En la franja marina se desplazaba un navío.
Las paralelas del banco, perpendiculares a la tierra, al agua, al horizonte.
¿Era así la vida?
¿Líneas que se cruzan?
¿Trazos que se encuentran casualmente, que chocan y desaparecen?
Ante la imponencia de la naturaleza, la vida se nos revela ínfima y delicada.
Sola, sentada frente a un océano, cualquiera de ellos,
la inmensidad del mar y el cielo únicamente,
sola, digo, contemplaba el resplandor sereno de la vida.