jueves, 26 de enero de 2012

Intercambio



Llegué hasta la estatua de sal.
Con mi lengua, pertinaz y consecuente, fui desgranando los cubos salados que cubrían su piel.
Así, logré arribar primero hasta un lóbulo. Pudo oírme.
Continué luego por la nariz. Entre el puente y las cejas abrió un párpado y me miró. Aún no tenía ningún reflejo en el iris, pero los ojos brillaban al sol y percibí el ritmo levísimo de su respiración. También sacó la lengua, rozándola con la mía. Le adiviné unos dientes de roca y ámbar.
Seguí, lentamente, por los brazos y las piernas. Saboreaba la sal de su cuerpo, que lo cubría desde siempre. La sal de siglos, que se evaporaba, despacio, entre mis labios.
Sentí el bombeo de la sangre colmando las arterias. La piel ya era tersa y húmeda, resplandeciente en el ocaso.
Me sonrió agradecido.

Cuando hube acabado, quise abrazarlo.
No pude, ahora era yo otra estatua de sal.




Foto Virgi


Si también les apetece leerme en La Esfera Cultural, allí estoy, con La Trapecista.

viernes, 20 de enero de 2012

Canción

Cántame una canción, le dice con voz verde de sol y luz. Se acurruca a un lado y entona sus temas favoritos. Al son de los rasgueos, las gaviotas se paran en seco, aleteando en el cielo para no perder ni una nota. Mientras toca y canta, los ojos del cardón se pierden entre el barniz almibarado de la madera y las cuerdas, prietas sobre el mástil. La mira arrobado, descubriendo las curvas y los pliegues escondidos, la tersura de la caja, el misterioso hueco, redondo como la luna llena.
Sus púas se reblandecen al son de la música y los brazos, tersos y carnosos, se contonean imperceptiblemente, en una danza que sólo él disfruta.
Cuando acaba, no puede hacer otra cosa que dársela, tal es el fervor con que la desea.

Me graznan las gaviotas que en la penumbra de la tarde, del cardón sale una canción de amor. Lo que no logro adivinar es si la melodía es de dicha o de dolor.




Camino de una playa recóndita, encontré este abrazo de madera y savia.
Me llegó un hálito de tristeza, ¿quién abandona una guitarra entre los brazos de un cardón?





Esta mi canción para Eva, plena de luz, poderosa como su mar.

Foto Virgi
La Palma, dic. 11

sábado, 14 de enero de 2012

Tesón



coseré un botón de ámbar a la cortina




las crenchas de su pelo las peinaré con olas





seré canción de colores




cualquier imposible, por volver a leer



Fotos Virgi
La Palma, dic. 11

lunes, 9 de enero de 2012

Pupila y palabra



 Ansia


Sabía poco de ella, sólo las miradas que tejían cada tarde en el paseo de los álamos, donde volaban las hojas con un parpadeo de sus ojos de miel. Conoció de qué portal salía y, por su mano enguantada tras el cristal, como un adiós o un saludo, intentó adivinar la cadencia de sus movimientos al desvestirse. Día tras día, esperaba para verla, joven señora apoyada grácilmente en un brazo que no era el suyo, aunque soñaba con que lo fuera. Y día tras día, los ojos de ella, osados, luminosos, lo miraban, mientras abría con exquisita finura los labios, en una sonrisa lánguida y lejana.
Apostado en el café de enfrente, supo, entre la urgencia que lo asolaba y el temor de lo desconocido, que la doncella salía un par de horas al mediodía.
Y en uno de esos momentos la vió abrir el balcón. Con un movimiento sutil, tal vez una señal, una llamada, se tensó la cuerda que tocaba su corazón de amante enfebrecido.
Ansiaba verla, debía verla.
Cruzó el paseo. El portal estaba entornado. Voló sobre los escalones y encontró la puerta abierta. Sobre una silla, dejó el sombrero, apoyando el bastón en el respaldo.
Un gemido tibio lo condujo hasta el salón.
Allí estaba, aguardándolo.

Cuando la doncella regresó, encontró sólo las hojas de los álamos revoloteando como mariposas plateadas.



La visita
Félix Vallotton 1898 (?)

miércoles, 4 de enero de 2012

Grito



Un grito sobre la puerta, dorada por el amanecer.
Una puerta.
Un grito.

El amanecer, impasible.