Que las espigas acaricien la piel desnuda, y los chopos, erectos junto al río, abaniquen las semillas doradas.
Que las amapolas, tímidas entre el trigo, alumbren los tobillos al pasear entre la siega.
Que las chicharras y los grillos salten sobre los hombros y las rodillas, mientras la fortaleza lejana cuida de mis noches mesetarias.
Que la paja, en un envoltorio de nubes y colinas, me sirva de compañía, de solaz y de reposo, al compás del verano, arrullado por los campos infinitos.
Fotos Virgi
Zamora/Palencia
julio 2012