Sube al
tranvía, va casi vacío y se sienta junto a la ventanilla.
Por el cristal ve
pasar, casas, árboles, coches, bicicletas, perros, niños, ancianas. A cada uno
le pone un nombre, inventa una historia. Tiene un don inusual y prodigioso.
Pero cuando baja y pisa la calle, todo lo que
ha creado, desaparece, ya no podrá recordar cada una de las vidas que ha
imaginado, sólo el movimiento le da la llave que articula su mente.
Para mantener ese don, ha de viajar eternamente.
Fotos y texto, Virgi
(Görlitz, Dublín, Edimburgo, Lucca, Arezzo)