domingo, 30 de septiembre de 2012

Fotosíntesis



La araña se mueve con cautela. En un mundo donde las trampas son más numerosas y mortíferas de lo que a simple vista parece, ella, confiada en su labor de siglos, trenza un hilo tras otro con la parsimonia de quien está seguro de lo que hace. No quiere hartarse de presas, sólo disponer del alimento necesario. La hermosa red, plateada al ocaso entre las hojas verdes, radiantes de sol y agua, cuadricula el espacio con la delicadeza de la sabiduría.

Nada que ver con las engañifas diarias, plagadas de créditos preferentes, indemnizaciones millonarias, deudas impagables.
¿No podríamos aprender algo más de los inocentes animales? Un robo aquí, una amenaza más allá, desahucios vergonzosos, una especulación que, como un fantasma que nadie conoce ni nadie puede explicar, camina entre la bolsa y la vida.

No, no podríamos. Parecía que tiempo ha habíamos dejado la animalidad y ahora, sin previo aviso, nos hemos convertido en incautos conejos, devorados por la gula de los buitres y las hienas, listillos que supieron conservar su nivel, para ahora, trenzar las redes, ahuecar las trampas y escapar felices, hartos de lujo, hoteles de seis estrellas y aviones privados.
Mientras, en la calle, la gente grita y llora, golpeada por el orden constituyente y constituido. La máscara de una democracia en su postrer invierno se agrieta y al aire muestra, podridas, sus raíces otrora hermosas, torcido el tronco, quemadas las hojas.
La fotosíntesis ya no funciona, habrá que inventar un nuevo sistema donde la vida se reconstruya para que ni las tenaces arañas se avergüencen de nosotros.

 



Fotos Virgi

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Voces VIII


Un guirre planea sobre el monturrio. 
Me quedo embelesado viendo las parigüetas que hace en el cielo rosa y azul, golizneando y desarratado por la caza. Abajo, tendido al sol de la tarde como una jarea, arrullado por los alisios, el verdino ignora el jeito del ave, que, en un intre, se lo llevará a la pericosa, sin más. 



Entre los bejeques, las babosas, atontolinadas, temen por las andoriñas, y, en los chavocos, los bucios se apurruñan, arripiados ante la marea vacía.
 



Más allá del risco, un rumor de boncho, una carajera que me lleva a empercharme antes de que empiece a pardiar, con ganas de bailoteo.
Atrás dejo los bichos con sus reburujones. Enralado, farruco perdido, me entalisco en la fiesta.
En un fisco, con el soniquete del genterío y el escorrozo de los banderines al viento, vuelvo a ser el galletón enamoradiscado, aquél que guardaba las lonas debajo de una penca y se enjaretaba los zapatos de charol pa’ engodar  a las pibillas.






Fotos Virgi

martes, 18 de septiembre de 2012

Descuido

 
Su mundo era circular. Todo equidistaba del centro con la perfección imposible del maníaco. No había un punto fuera, la circunferencia de su vida daba vueltas, siempre las mismas, siempre iguales. Hizo de ese espacio una esfera, pulida y brillante, donde nada entraba, ni nada salía. 




Hasta que, en un descuido, se abrió un hueco. 
Por allí, sin control, se le escaparon todas las equidistancias. 



Fotos Virgi

viernes, 14 de septiembre de 2012

Evidencia

No sirvieron los golpes de pecho. 






Ni la penitencia impuesta.
 






La limosna la olvidaste y el zaguán nada espera.



























Mientras, en el horizonte, arde el cielo. 



Fotos Virgi

sábado, 8 de septiembre de 2012

Brisa

Me abanicaré





con un ojo abierto y otro cerrado
 




como la ventana






o como el tronco,
sabio y cauto, 
hendido


a la ineludible brisa.  


Fotos Virgi 
Palencia, Villalcampo,
Miranda do Douro, Tordesillas
julio 2012

  
    (una brisa cómplice, aquí
(y por allí, en el bosque, un atavismo)


domingo, 2 de septiembre de 2012

Estío




Terminaba el verano y un día más acudí a la cita. 

Por mucho que la esperé, nunca llegó. Ni ese día ni los siguientes. 
Perdí a la chica de piel tostada, ojos melados y flequillo volador. 
Tenía quince años y se escapaba de sus clases de español mientras yo pedaleaba media hora para encontrarla al pie del faro. 
Era algo nuevo y luminoso, pleno de ternura. Nos juramos amor sin fin, aún sabiendo que sería imposible. 
El día en que no vino, me dejó escritas cinco letras. Cinco. 
Mis recuerdos de hace más de treinta años y esas letras, es lo único que tengo de ella. Al pie del faro las cinco letras me cantan y me cuentan, mientras las pinto, las pulo y las retoco cada verano. 





Recogí el guante que me ofreció Ñoco, grandísimo fotógrafo (entre otras muchas cualidades que el mundo virtual nos deja intuir), y para su imagen, escribí esta historia de verano y amor. Colgar uno de sus trabajos representa un orgullo y una gran satisfacción. Gracias otra vez.

Recorrer sus dos blogs siempre es fascinante: poesía visual, sutil, cuidadísima.