viernes, 29 de junio de 2018

Verano



¿Y qué es el verano, sino un tiempo más entre otros tiempos? Un tiempo de gaviotas, de pencas en flor, de arenas calientes y rocas desde donde lanzarme con la marea llena. Un tiempo de ciruelas, sombras calurosas, albaricoques y moras chorreantes. El verano descalzo de mi infancia, subida al nisperero o chapoteando en el Charco de los Muchachos.
El verano, un tiempo entre otros tiempos, todos distintos, todos parecidos. El verano, una vez más en mi vida, medio marina, medio terrestre.


Texto y foto, Virgi

lunes, 25 de junio de 2018

Bérgamo y Lorenzo Lotto




Venía, hace años, de un viaje que paraba en Bérgamo. Mi otro vuelo partía al día siguiente por la tarde. Llegué al hotel, dejé la maleta y salí a ver la ciudad alta. Se celebraba alguna de esas conmemoraciones que los italianos festejan con la familia, entre helados, voces y piñas de millo. Me desvié a la derecha de la calle, hacia el Duomo. Por un momento, el rincón donde caminaba estaba vacío, los adoquines brillaban débilmente bajo las escasas farolas, y en un ángulo de la calle, entre la iglesia y unas casas señoriales, me vi, en un flash, paseando por un lugar donde ya había estado. La misma luz, iguales las sombras, los reflejos de las piedras; la esquina, más allá, cerca de un palacio; un torreón robusto con las aristas marcadas por los siglos.

Flotaba mientras caminaba, imposible un déjà vu tan real. No se oía la algarabía, nada que rompiera el encanto, todo se confabulaba para respetar el momento. El aroma de aquel sueño ondeaba en la noche veraniega y me pertenecían los brillos y la luz tenue de las lámparas, el alféizar donde una paloma se esponjaba, los escalones del baptisterio. Fueron solo un par de minutos de una energía fascinante, yo había estado ya allí, aquel trozo de la ciudad antigua lo había pisado quién sabe cuándo y hasta reconocía la escasa brisa nocturna, la misma que ahora me embriagaba.

Algo turbada por la experiencia, recorrí parte de la ciudad y volví al hotel. A la mañana siguiente, me dirigí a la Academia Carrara, por ver las obras de Andrea Mantegna, Bellini, Tiziano, Lorenzo Lotto, entre otros grandes artistas de los que dispone la galería, un exquisito edificio que creo se ha renovado recientemente. Seguía yo envuelta en una bruma de confusión por la noche anterior, pero quería aprovechar el tiempo en la ciudad, magnífica y con mucho arte, del que aprendo y me alimento con gran placer.


A pesar de ese sentimiento de neblinosa satisfacción, pude apreciar algunas de las obras del museo, entre ellas, “Matrimonio místico de Santa Catalina” y “Retrato de un joven” ambas de Lorenzo Lotto (1480-1556),  de quien, precisamente en días pasados, se inauguró una exposición en el Museo del Prado.  
Un artista del Renacimiento, muy personal en sus retratos, tanto, que hay quien lo considera uno de los mejores en ese campo. Olvidado después de su muerte y rescatado a fines del s. XIX, la originalidad en la composición y el colorido, una vida errante y libre, su personalidad difícil pero generosa con las clases humildes, la variada clientela para la que trabajó, hacen de él un artista singular. Algo de eso percibí vi en su obra, y junto a otras piezas, afianzaron la admiración que le tenía de tiempo atrás.


Al salir, regresé a las cercanías del Duomo y aunque no esperaba volver a sentir lo mismo de la noche anterior, me estimuló saber que tal vez en aquella visión pretérita vivía yo en el mismo lugar y en el mismo momento en que Lotto realizaba sus extraordinarias pinturas, dotadas de un magnetismo especial.
Ciertamente, me había detenido en Bérgamo para aprender que hay sueños que se anticipan a la existencia.



Texto, Virgi
Imágenes de la red
"Matrimonio místico de Sta. Catalina", 1523, Academia Carrara, Bérgamo
"Retrato de un joven", 1500, Academia Carrara, Bérgamo


sábado, 23 de junio de 2018

Discernimiento



Al fin se dio cuenta que si apuntaba al cielo, no tendría ningún desengaño. Era imprevisible, sí, pero honesto, hermoso, sincero, daba todo lo que tenía sin pedir a cambio, podía ser luminoso, cálido, oscuro, abigarrado de conflictos, pero estaba siempre allí, leal y eterno.


Texto y foto, Virgi

jueves, 21 de junio de 2018

Elección




Le preguntaron si prefería el azul del mar o el ocre de la tierra. No lo pensó:

_ La luz, la luz que ilumina a uno y a otra, la que nos alumbra, la que avanza más que nada, la que se cuela entre las persianas, la de los ocasos otoñales, la del alba entre los cirros, la que se filtra entre los árboles. La luz del origen, eso es lo que prefiero.



Texto y foto, Virgi

martes, 19 de junio de 2018

Albedrío



No siempre hay que acatar las órdenes, 


se dijo, 

hoy bajaré en vez de subir.



Texto y foto, Virgi

viernes, 15 de junio de 2018

Reclamo


Pusieron un anuncio extraño:
“Se amarran caballos, bicicletas, niños inquietos, locos, señoras dicharacheras, motos, gallinas, caballeros de mediana edad, jovencitas con estudios, perros, cocodrilos, chicos tatuados, loros y otra infinidad de posibilidades”

Por suerte, aún la cuerda no ha servido para nada.





Texto y foto, Virgi

miércoles, 13 de junio de 2018

Cinco ilusiones cinco


En dos brazadas atraviesa el charco, el mejor entrenamiento para cruzar el Canal de la Mancha.

Pensaba que conquistar el mundo era tener un globo terráqueo entre las manos.

Creyendo que era de plata se lanzó al río. Las pirañas no tardaron en teñirlo de rojo.

En el asiento de su Fiat 500 sueña con Le Mans.

Sube al risco cercano y se ve en disposición de culminar el Everest.


 Texto y foto, Virgi




viernes, 8 de junio de 2018

Infancia




-¡Mamá, mamá, mira las olas!
-¿Pero qué olas, si el mar está muy lejos?
-Oh, mamá, ¿no las ves allá arriba, goteando arena, sal y caracolillos?


Texto y foto, Virgi

martes, 5 de junio de 2018

CUBA, La Habana Vieja II




Tiene la ciudad cuatro plazas admirables, que se enlazan unas con otras a través de calles ya rehabilitadas o casi acabadas, todas ellas con edificaciones magníficas.

La Plaza de Armas, rodeada de varios palacetes, el castillo de la Real Fuerza y el encantador Templete, lugar donde se fundó la ciudad en 1514, bajo una ceiba, cerca de la bahía. La Plaza de San Francisco, con el convento del mismo nombre (que funciona como sala de exposiciones y conciertos), así como otros edificios importantes. La Plaza de la Catedral, coloreada por grupos de mulatas con el vestido típico y bien guarnecida de casonas de marqueses y otros enjundiosos nobles, algunas donde hacernos a la idea de la riqueza y bienestar de los colonos españoles que ostentaban altos cargos en la ciudad. La Plaza Vieja, cautivador espacio, de estructuras y estilos diversos, cálida como es el ambiente caribeño, ceñida de arcadas abiertas con museos, restaurantes e incluso una escuela (el alumnado recibe en la plaza las clases de Educación Física), luciendo en el centro una esplendorosa fuente de mármol. 

















Estas cuatro plazas encadenadas por calles peatonales son un deleite para pasear, pues aunque hay mucho turismo, encontramos los peculiares puestos de la ciudad y también, alguna casa de familia, de esas de portadas señoriales con un perro durmiendo, una escalera desvencijada y al fondo del patio, un par de viviendas mínimas, con la ropa tendida, los cables de la luz haciendo acrobacias y las siempre diferentes baldosas del piso esperando por el brillo que no llega.
















Coexisten estilos arquitectónicos diversos y en una sola cuadra se puede encontrar barroco, neoclásico, art déco y nouveau, eclecticismo, racionalismo y por supuesto colonial. El Capitolio, ecléctico, deslumbra a lo lejos con su cúpula inmensa y la entrada de columnas jónicas. La Catedral, de sobria portada barroca y asimétrica en las torres. La librería “La Moderna Poesía” impacta por los atrevidos volúmenes art déco, igual que el vestíbulo señorial de la Escuela de Alta Hostelería -con un lucernario espectacular- o el lujoso pero equilibrado Edificio Bacardí.











Los antiguas casas de la aristocracia tienen el sello inconfundible de la herencia española, con patios interiores, balcones como en Canarias (también la “ropa vieja” o los calados proceden de aquí, sufridos testimonios de nuestras amplias y numerosas emigraciones), rejas, arcadas solemnes. El delicado Templete parece un hermano pequeño de cualquier templo griego, preservando las fechas de la fundación de la ciudad.












Entre esta diversidad y con el toque permanente del calor caribeño, encontré una librería de segunda mano, cerca de una placita umbrosa donde tres niñas se dejaban hipnotizar por las pantallas, aisladas entre sí en el ocaso habanero. 























Grande fue mi satisfacción al encontrar un delicioso libro de Lezama Lima, “Revelaciones de mi fiel Habana”, y no tuve otra que empezarlo enfrente del trío absorto, más cuando el día anterior me había tropezado con su casa, en una bocacalle del Prado. Cuatro o cinco pequeñas habitaciones, llenas de libros y cuadros, con un patiecillo y un hermoso gato negro que me miró sin poner más asunto. Antes de entrar me comí una pizza encima de un mostradorcito ínfimo, acompañada de un exquisito jugo de guayaba; a un lado, dormitaba un hombre vendedor de ron, adornadas las barricas con la bandera cubana. Saborear las revelaciones sutiles, cultas y humorísticas de Lezama Lima sobre su querida ciudad, resultó un plus que amplió lo que la ciudad me ofrecía.





Texto y fotos, Virgi

domingo, 3 de junio de 2018

Varada




En lo seco, que dicen los barqueros. Sin más sal en los costados ni aire en la proa. Nada de amoroso bajo el leito, allí donde echarse sobre las redes y descansar un poco.

Sobre los callaos y la arena. Ni viejas, catalufas, bogas o morenas entre las panas, tampoco un mirafondo ni un pandullo. Los remos, perdidos; el timoncillo, oxidada la bisagra, ni girar puede; el folio, despintado; la cinta metálica de la quilla, cualquiera sabe dónde; las nasas y la pandorgas, ahítas de sol y sedientas de mar.

El cielo, sí, el cielo sigue siendo el mismo.


Texto y foto, Virgi

viernes, 1 de junio de 2018

Vestigio







Le dijo claramente que no quería saber nada más de él. Pero ya sabes cómo son algunos hombres, unos pesados. Con que sin más respuesta ni mandado, estampó su firma en la columnilla, para que la viera cada vez que entrara a su casa, una huella estúpida, igual que esas que van dejando algunos presuntuosos en cualquier paraje. Así y todo, ella la dejó un tiempo, un recordatorio de su última equivocación. Hasta llegó a verle algo artístico que alivió el peso de los malos recuerdos.


Texto y foto, Virgi