Los lugareños los llamaron Cart Ruts y hay decenas regados por toda la isla de Malta. Unos surcos sobre la roca, paralelos como raíles de trenes o huellas de carros. En ocasiones terminan abruptamente al filo de un acantilado o se sumergen bajo el mar. Y las más de las veces recorren unos metros cruzándose con otros que van en diferente dirección. Misteriosas líneas hundidas rotundamente, con profundidades de hasta 60 cms y separaciones que oscilan entre un metro y un metro y medio, aproximadamente. Numerosos investigadores se han empleado a fondo para averiguar el origen, las herramientas empleadas, el objetivo de tales huellas. Datadas alrededor de unos 3000 años atrás (hay quien opina que incluso mucho más) no son producto de la erosión, ni de la lluvia, tampoco son canales de riego.
Interesada por verlas de cerca, llegué una mañana a Clapham Junction, el espacio más conocido de estos extraños surcos, con el nombre de una estación ferroviaria en Londres.
Así como otras atracciones del país están muy bien señalizadas, estos trazos ancestrales no cuentan -inexplicablemente- con ningún tipo de explicación que nos sirva para llegar a su ubicación, asunto que luego resultó muy sencillo. Hube de recurrir a googlemaps, webs, blogs, líneas de transporte.... durante horas, hasta llegar a la ladera de Clapham Junction. El esfuerzo valió la pena, era uno de mis objetivos en Malta, tan pequeña, fascinante y misteriosa. Con templos milenarios y una historia donde se podría resumir casi todo el devenir de Europa.
Largo rato estuve recorriendo los surcos, un entramado de aparentes raíles mientras un abejorro y varias mariposas parecían saludarme, indiferentes a mi curiosidad, al sol restallante y a los misterios sobre los que volaban cada día.
Más alejados, niños y perros se entretenían como bien saben unos y otros, mientras yo seguía embobecida persiguiendo rastros inexplicables, sola entre una multitud de líneas, un jeroglífico milenario aún fuera de nuestra comprensión.
Texto y fotos, Virginia