Cuando en mis caminos
encuentro una era, el alma se me ensancha.
Esos círculos perfectos, casi siempre de piedras encajadas con sabiduría,
y otras veces de la propia tosca del lugar, me llenan de emoción.
Imagino cereales y granos
rodando entre las ranuras, bajo la madera del trillo, con la brisa ahuyentando
la paja mientras lame cantos y
conversas, acuerdos, turnos, sol,
brumas; niños brincando o dando vueltas montados en las bestias, gentes
ocupadas en lo indispensable, alrededor de una circunferencia trazada con
útiles elementales.
Las eras, humildes, mudas,
equilibradas, tantas veces recónditas y olvidadas, me revelan un conocimiento
ancestral, poderoso, de la vida y los ciclos de la naturaleza.
Texto y fotos (excepto la
última, de adal Glez.): Virgi
25 diciembre 2016