Amanece y las nubes dicen que hoy
lloverá.
Ajeno a los anuncios, se viste ropa
ligera y sale a la calle.
Hace frío y del cielo gris caen unas
gotas. Su misión ya sabe cuál es, ir a contracorriente, no puede fiarse sólo de
indicios como hacen los demás. Su piel le dice que hará calor y allá va,
protegido con sus creencias.
Cuando en la esquina un chaparrón
casi lo tumba, sigue impávido, sin arredrarse, bien se habla a sí mismo de que
todo son apariencias.
En la siguiente manzana intenta
saltar un vado, pero resbala y se cubre de fango. Una vez más, continúa con la
cabeza alta, entre paraguas, impermeables y charcos cada vez mayores.
Su seguridad lo lleva al borde del
barranco, donde ya corre un buen caudal. Sonriente, ninguna señal es
suficiente. Como un niño sin conciencia, baja una veredilla y se acerca a tocar
el agua. Sonríe, ¡bah, un hilo apenas!
Nada lo salva, el agua lo engulle
mientras su confianza se ahoga entre el barro, las piedras que rebotan y el
agua tumultuosa.
Texto y fotos, Virgi