Dicen que hay que ir buscando
el Norte, pero yo voy siempre hacia el
Sur, allí donde es agreste el paisaje, donde escasea el verdor, donde unas gotas
de agua cambian la tierra, donde crecen las tabaibas pegadas al suelo,
serpenteando retorcidas, sin lamentarse. En ese paisaje donde las aulagas
florecen sutilmente y los barrancos muestran el brillo de los chavocos
basálticos, donde el viento campa a sus anchas, modelando el cráter de los
volcanes.
Ese es el Sur del sol y del
jable, de las atarjeas y las galerías, del cardoncillo esquelético, de los
lagartos asustadizos que buscan cobijo entre los cardones.
Al Sur vuelvo una vez y otra,
como si nunca tuviera bastante, como si la arena y las lomas y los riscos y los morros y la barrilla y las
olas lejanas y las cuevas y los mínimos nacientes y las magarzas y la tosca y
las eras y las paredes y los tizones y los malpaíses, me extrañaran tanto como
yo a todos ellos.
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Texto y fotos, Virgi
Jun. 2016