No es de extrañar que este barranco haya sido visitado por ilustres
personajes a lo largo de los años; con su magnificencia abrupta, de paredes
verticales y una esplendorosa vegetación, el espacio impone desde que se sube
la rampa empedrada (supongo realizada por los que comenzaron a excavar las
galerías, la primera de ella en 1912) hasta que se llega a un salto difícil de
sobrepasar. Antes, al dejar el barrio de San Juan, cuando se comienza a caminar
por la pista polvorienta y muy degradada, con numerosas fincas a los lados, se
observa la especie de circo que rodea el origen del barranco, justo debajo de
Izaña.
Según las crónicas, era su nombre original “Chamoco”, donde vivían
algunas familias guanches gracias a su frescura, un riachuelo continuo
–suponemos-, el frondoso arbolado y otras circunstancias que favorecían la
estancia en la zona. Con la conquista, se le concede la data de esta corriente
de agua a Juan de Badajoz (1497) y de ahí el nombre por el que se le conoce.
Tiene el barranco una enorme variedad de plantas, con algunos pinos
canarios, dragos en lugares inaccesibles, ciertos reductos de laurisilva, e
incluso, algunos endemismos que solo se encuentran aquí. Entre el paisaje
grandioso y la riqueza vegetal, el barranco posee un imán indudable, por lo que
naturalistas tan relevantes como Sabin Berthelot (naturalista y antropólogo francés,
enamorado de las islas, cónsul francés en Tenerife) y Philip Barker-Webb (botánico inglés) lo
visitaron en 1828. Berthelot contactaría con el dibujante inglés J.J. Williams,
que nos dejaría magníficas ilustraciones en las “Misceláneas Canarias”, como la
que dejamos aquí.
Otros estudiosos como Agustín Millares Torres, Ireneo González o René
Verneau lo visitaron en las últimas décadas del s. XIX, certificando las
opiniones de los visitantes anteriores: un lugar impresionante, un cañón de
altísimas paredes con cascadas y manantiales, y gran riqueza de plantas.
La existencia de agua en una cantidad considerable (tanto proveniente de
dicho Barranco de Badajoz, como del cercano Barranco del Agua o del Río) hizo
que los hermanos Plombino de Inglesco, mercaderes italianos, consiguieran una
data en 1500 para instalar un ingenio de azúcar, lo que llevaron a efecto,
trabajando las tierras de los alrededores, no solo con caña, sino con otras
plantaciones. Estas labores dan origen al barrio de San Juan, núcleo
fundacional de la Villa de Güimar.
Aquella primera data de los italianos pasa a otras manos y poco a poco el
lugar se va haciendo habitable, fundándose la ermita en 1534, posteriormente
derruida por un temporal y vuelta a reedificar; de esta capilla podemos ver el
pequeño pero precioso interior con un valioso arco toral de madera, el púlpito y otros elementos muy interesantes,
como el Cristo Negro y las pinturas murales al temple.
Aunque el ingenio azucarero dejó
de producir a finales del s. XVI, la hacienda abarcaba un espacio considerable,
desde el Lomo de Agache hasta Arafo. Al parecer, fue el matrimonio formado por
Pedro de Alarcón y Argenta de Franquis, quienes levantaron la señorial Casa del
Paseo, anexa a la iglesia y de la que hoy se conserva, tristemente, solo una
pequeña parte. Tanto una como otra son dignas de visitarse y volvemos a
lamentar la pérdida de un patrimonio que nos hubiera acercado a nuestros
orígenes.
Ilustración en b/n de J.J. Williams, "Vue du
Barranco de Badajos", París (1839)
Texto y fotos, Virgi
15 marzo
2017