domingo, 22 de octubre de 2017

Barranco de Badajoz y Barrio de San Juan (Güimar)


No es de extrañar que este barranco haya sido visitado por ilustres personajes a lo largo de los años; con su magnificencia abrupta, de paredes verticales y una esplendorosa vegetación, el espacio impone desde que se sube la rampa empedrada (supongo realizada por los que comenzaron a excavar las galerías, la primera de ella en 1912) hasta que se llega a un salto difícil de sobrepasar. Antes, al dejar el barrio de San Juan, cuando se comienza a caminar por la pista polvorienta y muy degradada, con numerosas fincas a los lados, se observa la especie de circo que rodea el origen del barranco, justo debajo de Izaña.
Según las crónicas, era su nombre original “Chamoco”, donde vivían algunas familias guanches gracias a su frescura, un riachuelo continuo –suponemos-, el frondoso arbolado y otras circunstancias que favorecían la estancia en la zona. Con la conquista, se le concede la data de esta corriente de agua a Juan de Badajoz (1497) y de ahí el nombre por el que se le conoce.

Tiene el barranco una enorme variedad de plantas, con algunos pinos canarios, dragos en lugares inaccesibles, ciertos reductos de laurisilva, e incluso, algunos endemismos que solo se encuentran aquí. Entre el paisaje grandioso y la riqueza vegetal, el barranco posee un imán indudable, por lo que naturalistas tan relevantes como Sabin Berthelot (naturalista y antropólogo francés, enamorado de las islas, cónsul francés en Tenerife) y  Philip Barker-Webb (botánico inglés) lo visitaron en 1828. Berthelot contactaría con el dibujante inglés J.J. Williams, que nos dejaría magníficas ilustraciones en las “Misceláneas Canarias”, como la que dejamos aquí.


Otros estudiosos como Agustín Millares Torres, Ireneo González o René Verneau lo visitaron en las últimas décadas del s. XIX, certificando las opiniones de los visitantes anteriores: un lugar impresionante, un cañón de altísimas paredes con cascadas y manantiales, y gran riqueza de plantas.
La existencia de agua en una cantidad considerable (tanto proveniente de dicho Barranco de Badajoz, como del cercano Barranco del Agua o del Río) hizo que los hermanos Plombino de Inglesco, mercaderes italianos, consiguieran una data en 1500 para instalar un ingenio de azúcar, lo que llevaron a efecto, trabajando las tierras de los alrededores, no solo con caña, sino con otras plantaciones. Estas labores dan origen al barrio de San Juan, núcleo fundacional de la Villa de Güimar.


Aquella primera data de los italianos pasa a otras manos y poco a poco el lugar se va haciendo habitable, fundándose la ermita en 1534, posteriormente derruida por un temporal y vuelta a reedificar; de esta capilla podemos ver el pequeño pero precioso interior con un valioso arco toral de madera, el  púlpito y otros elementos muy interesantes, como el Cristo Negro y las pinturas murales al temple.












Aunque el ingenio azucarero dejó de producir a finales del s. XVI, la hacienda abarcaba un espacio considerable, desde el Lomo de Agache hasta Arafo. Al parecer, fue el matrimonio formado por Pedro de Alarcón y Argenta de Franquis, quienes levantaron la señorial Casa del Paseo, anexa a la iglesia y de la que hoy se conserva, tristemente, solo una pequeña parte. Tanto una como otra son dignas de visitarse y volvemos a lamentar la pérdida de un patrimonio que nos hubiera acercado a nuestros orígenes.


Ilustración en b/n de J.J. Williams, "Vue du Barranco de Badajos", París (1839)

Texto y fotos, Virgi

15 marzo 2017