Me reconforta saber que en casa tenemos un bicho pariente lejano del mayor felino de América.
He descubierto al majestuoso yaguareté esta madrugada mientras mi gato dormitaba, acurrucado cerca. Tan soberbio aquél y humilde éste, y sin embargo, comparten rasgos comunes. No se echaría nunca el yaguareté al filo de la puerta ni jugaría a cazar las plumas de una caña, no. Cazador solitario, caminante incansable, amigo del agua, de colmillos como taladros, el yaguareté está gravemente amenazado.
¿Cuántas cosas hemos hecho mal (y en ello seguimos) para que un animal de tal hermosura acabe extinguido?
Abejas, gorriones, tigres, tiburones, mariposas, elefantes. A todos ellos, pendientes de un hilo, se sumará el yaguareté, belleza andante, moteado de flores.
Mientras reflexiono sobre la no-naturaleza de los humanos, mi gato me observa con ojos de ébano y oro, debe conocer de antiguo a uno de sus ancestros. Yo vengo a enterarme hoy mismo, a las cuatro de la mañana.
Fotos del yaguareté, de la red
Texto, Virginia