Aunque nos venga la imagen de un barco que enlaza La Gomera con Tenerife, Benchijigua es originalmente el topónimo de un vallecito abrigado y bucólico bajo el Roque Agando, antigua chimenea volcánica que domina una gran parte de la isla. Este roque, un pitón fonolítico que emerge con fuerza junto a otros de parecido rango, cuida con mimo este rincón, antaño tierras preferidas por los Condes de La Gomera debido a sus excelentes tierras de cultivo, regadas con aguas provenientes de los frondosos bosques cercanos.
Está catalogada la zona como Reserva Natural
Integral por los numerosos valores que contiene -como algunas especies
endémicas en peligro- pero aunque no conozcamos ninguna, nos bastaría con la imagen
idílica que nos regala nada más ir bajando por la pista de tierra mientras
zigzagueamos entre rocas, pinos, palmeras y monte verde. Benchijigua tiene una
atracción innegable, solo tenemos que ver las casitas zanquiadas aquí y allá,
un antiguo galpón que en un tiempo fue venta y bar, una presa más abajo, la
ermita de San Juan con una era cercana, las terrazas de cultivo casi todas
abandonadas y el verdor del valle cubriéndolo todo.
Y precisamente Benchijigua pertenece a la firma
noruega Olsen y Cía., familia afincada
en Tenerife desde principios del siglo XX, y andando el tiempo, dueños (después
de diversas vicisitudes largas de explicar) de toda la lomada de Tecina y otras
extensas propiedades en el sur de La Gomera. Entre ellas, el lugar al que nos referimos, con un rico
manantial que las ha dotado del agua necesaria para sus proyectos agrícolas y
más tarde turísticos. Así que Benchijigua, de nombre aborigen, palmerales
ondeantes que abrigan el caserío de postal y de portal, es gomero y extranjero,
lo que no quita para que, por fortuna, podamos regodearnos en uno de los
paisajes más genuinos de la isla colombina.
He leído que a mediados del s. XVIII tenía unos
diez vecinos, ahora los que tiene serán los que pernoctan en las casas
restauradas, esos que vienen de Chequia, Alemania o Austria, con la ilusión de
pasar unos días bajo el manto protector del roque. Dispuestos a subir y bajar
los tajos profundos que surcan la isla, como el aledaño Barranco de Guarimiar, escalar
La Fortaleza o humedecerse entre las frondas de la laurisilva.
La belleza de Benchijigua atrae desde antiguo
al poder y los negocios, esperemos que su nombre ancestral la proteja de la
especulación o el deterioro. Al menos el imponente Agando vigila como el mejor
de los guardianes.