lunes, 15 de marzo de 2021

Tacalcuse, La Gomera

 


Medio incrustada en la tosca negra se halla la casa de Tacalcuse. Al soco del viento y con la visera volcánica que también la  protege de la lluvia, contempla como el majestuoso barranco serpentea con su lecho de arena entre laderas montañosas. Tacalcuse es un nombre que suena a gomeros de antaño, una gente capaz de vivir en sitios alejados y agrestes como si fueran verodes, palmeras o trozos de basalto.







En Tacalcuse hay un horno de doble boca, bebederos labrados en piedra molinera, un patio soleado donde colocar cacharros viejos con geranios, matos de sombra o hierbahuerto. El arcón escondido espera que alguien guarde en él,  monedas, ternos de fiesta, una sábana con embozo bordado. En la casa de Tacalcuse dan ganas de sentarse a la mesa y tomarse un potaje de berros con gofio, mientras los verdinos nos miran atentos entre los cantos rojizos. Las tejas que ya no cubren el techo siembran de ocre el piso y entre ellas hay maderas, trozos de lonas, una cuchara ferrujienta, la botella del último vinagre macho, un cabo de vela ennegrecido.


Enfrente, lejano, el mar del sur lame la costa, tal vez quiera dejar alguna ola en la casa de Tacalcuse, allí donde gente valerosa vivió una vez, para asombro de los que pasamos a su vera.


Texto y fotos, Virginia

Gracias a Mariquilla Chinea, que me habló de este lugar.