¡Vaya un chico relajiento, pos no iba dejando un corazón en todas las puertas!
Acotéjese, le decía la madre, no ande perniando por alguien que ni asunto le pone, no me sea tolete.
Pero el amor, ya se sabe, cuando se allega a uno, no hay donde guarecerse. Esmorecido, esguañado, siempre mirando pa' los celajes, esperando verla aparecer con un baifito en los brazos, un balde de leche recién ordeñada o recogiendo ropa de la liña.
Lo que no sabía nuestro zangalote es que también ella se hacía gofio al ver las señales amorosas. Tantos corazones causaron su efecto.
Texto y fotos, Virginia