lunes, 29 de junio de 2020

VOCES XLV



No supieron si se le había virado el buche o tenía mal de ojo, lo cierto y seguro es que iba amochado, algo enteco y con el jocico tan empurrado, que era penoso de ver. Las golifionas de siempre se las echaban de saber con seguranza acerca de su dolencia: o se había estrompado subiendo al balcón de la pretendienta o le habían dado un buen jaquimazo por currillo. 



Empenado iba, y de lo enralado que era pa’ todo, no le quedaba ni un fisco. Se encochinaba pronto, no comía sino un enyesque apenas, y en el catre, daba más vueltas que un trompo.






Texto y fotos, Virginia