¡Fos, menuda peste con las microalgas estas! ¿Pos no
van y dicen que eso es normal, que cuando salen del fonduco del mar no se qué
bacterias a coger aire, se reburujan todas y, desarretadas, pegan a
escarrancharse por esos veriles de la costa? Así van, jeringando a veraniantes,
guiris, pescadores y bañistas, con un tufo que da penita.
¿Y pa’ dónde nos viramos, mija? Los rebenques de los
políticos mirando pa’ otro sitio (pa’ que el turismo no se retrinque); los
expertos, algo desinquietos, no acaban de aclarar el asunto; la gente, emperretada, de ver
tanta mierda aquí y allá. Alguno también a la bartola, bien repochados en lajas
donde no hay ni rastro de esa vida encachazada. Y mientras crecen los hoteles,
crecen también los vertidos a la marea, como si ella no se pudiera rebellar un
día con tanto abuso… ¡si aquí ya no cabemos más, cristiano!
A mí que no me digan, pero si hubiera una cabeza pensante
bien arrecha, esto se organizaba. Pero no, lo primero es lo primero: el
negocio, mi niño. Y lo demás, que se encarguen otros… ¡cruz, perro maldito, un
paraíso a punto de estallar como una pita!
Texto y foto, Virgi