Paris se ha decidido al fin:
las tres diosas son tan antipáticas que hubo de envenenar varias manzanas para
verse libre de ellas.
No viven ya los dioses en el Monte Olimpo, sin contemplaciones los echaron para urbanizar la zona.
Hastiada Hera de las infidelidades de Zeus, decidió cambiar el
rumbo de su vida al conocer a Afrodita, de la que se enamoró perdidamente.
Con los cabellos serpenteantes
de la Gorgona, Perseo se hizo una deslumbrante peluca, amenazante y viva, con
la que conquistó a Andrómeda; jugaba ella con los bucles escamosos, mientras
las serpientes, celosas, la envenenaban lentamente.
La
famosa nodriza de dioses, Amaltea, se hartó un día de amamantarlos; pasea ahora
su hermosa geografía por cualquier virginal playa griega.
Lo que
nunca nos cuentan es que el apuesto
Apolo, el más agraciado de los dioses, acudía con frecuencia a la dermoestética, por no perder la
preponderancia que le procuraba su extrema belleza.
(Venus, Museo Arqueológico de Atenas)
Texto y foto, Virgi