miércoles, 24 de mayo de 2023

Discordancia


En la casa abundan cuadros, figurillas, libros antiguos, láminas y postales de lugares exóticos. Se rodea de alfombras, visillos tupidos, cojines de plumas con forros orientales. En una vitrina primorosa conserva la cristalería de su abuela, jarras de plata para distintos usos, abanicos de marfil y seda, cofrecillos de nácar y miniaturas iraníes.


La cama de dosel es cómoda -con un buen cochón moderno- y se abriga con antiguas mantas de lana, tejidas en telares que ya no existen. En la cocina conserva calderos de su madre y los vasos son de cristal soplado, de esos que sus amistades veneran, pero les aterra usar por si se resquebrajan. 


El salón presume de un par de sillones Chester y una chaise longue del XIX. Junto a eso, un biombo japonés que envidiaría cualquier impresionista. En fin, un gusto exquisito que sabe combinar estilos, épocas, diseños, colores. 

En algún lado debe haber un fallo. Pues sí, el dueño de tales prendas se lava muy poco, no quiere estropear la grifería de cobre que le costó un pastón instalar en los cuatro baños de la casa.




 Texto y foto, Virginia


 Casa de Víctor Horta (1861/1947), pionero del Modernismo, Bruselas