Sin rumbo, recorrer viejos bancales. Echarme sobre el verdor fosforescente y oler las hierbas mientras saltamontes, sarantontones, abejas y mariposas, me rondan pacíficamente. Que un bisbita caminero vuele entre las tabaibas y que los tizones, sí, los tizones se escondan, dejando la estela de su cuello azul bajo las piedras. No lejos, las palmeras marcarán huertas olvidadas, allí donde hubo trigo, cebada, garbanzos, lentejas.
Entonces, el color lo inundará todo y disfrutaré con estos verdes inusuales, dejándome mecer por la brisa que acaricia los campos.
Texto y fotos, Virginia