Sube a la primera nube que le pasa por encima. Con inusitada facilidad, cruza mares y ríos caudalosos, salva cordilleras nevadas, atraviesa ciudades milenarias. Las águilas y los cóndores le regalan sus plumas, el viento la mece sin peligro y la lluvia es una caricia.
Al despertar, las sábanas aún conservan el rocío del vuelo.
Texto y foto, Virginia