La Montaña de
Tejina de Isora se yergue entre dos barrancos que la abrazan, el de Cuéscara
y el de Guaría, y por encima, se enlaza con el delicioso caserío de Las Fuentes. En origen un
domo volcánico posteriormente recubierto por coladas y piroclastos, es un
referente en el paisaje de la comarca, como ya lo fue para los aborígenes,
mucho antes de la conquista, pues se sabe de cuevas de habitación y sepulcrales
en un amplio entorno.
El ancho y
profundo barranco de Guaría, llamado Niágara en un tramo superior, guarda
sorpresas para quién tenga interés en encontrarlas. Antiguos senderos, algún
manantial, la insólita era de Carafuga, el Roque del Fraile o el solitario
drago de Guaría, son algunas de esas perlas escondidas. Entre huertas
abandonadas y un cauce a ratos suave y a ratos tormentoso, crece en una ladera, cerca de un pino y otras
plantas de flora canaria, como tabaibas, beroles, retamas, balos, magarzas,
vinagreras.
Las antiguas
huertas conservan sus muros, y se observan morales, restos de viña, higueras y
almendreros. Es costoso llegar hasta el drago, pues hay que sortear pedruscos y
desniveles continuos, aunque esas inconveniencias se olvidan al contemplar su
porte elegante en la sufrida soledad del barranco.
Existe un
censo de casi setecientos ejemplares silvestres en Tenerife y en él figura este
drago, como no podía ser de otra forma, dada su notoria antigüedad, la
indudable prestancia con que nos admira y el hecho de que existen pocos
ejemplares en la zona. Silencioso bajo los farallones basálticos, su piel
cicatrizada sabe de historias, costumbres y ritos desde hace siglos.
Texto y fotos, Virginia