Me encanta el circo. Cuando ví al equilibrista
sobre el alambre, me enamoré perdidamente de él. Representaba todo lo que había
soñado: era guapo, fibroso, moreno, de pelo áspero y poca sonrisa. Lo
contemplaba cada día desde la primera fila.
Tardé en darme cuenta que el amor de su vida
nunca iba a ser yo. Era el alambre el objeto de su deseo. Dormía abrazado a él.
Le sonreía, lo acariciaba, le hablaba quedamente.
Ahora me muero por el contorsionista.
Texto y foto, Virgi