martes, 21 de marzo de 2017

VOCES XXI




Con el abanador de mi abuela, unas cholas bien fresquitas y la camisola de los tiempos calinosos, me fui al caidero, barranco abajo… ¡en mala hora, cristiano, una filera de atorrantes se me había adelantado! Yo que esperaba estar solita en el chavoco bien requintado de agua, y van los majalulos aquellos a fastidiarme la idea. Uno, con un balango, intentaba coger una lisa de debajo de algún tenique; una parejita más allá, bien arrejuntadita,  besuquiándose con tal maña que hasta vergüenza me daba. Otro par d’ellos, empurrados en el agua haciendo parigüetas. Y varios bagañetes , tirados al solajero, como si el mundo se fuera a acabar y ellos ya lo tuvieran todo hecho.
Y yo allí, haciendo el toti, ganas de coger unos toscones y ajeitarles un mamellazo, pa’ que aprendan a comportarse. Bien amulada, les alegué un rato, pero los singuanguos ni apenas me hicieron caso; arrentita, volví a mi echadero, no me quedó magua, la verdad, de pensar lo calduchenta que estaría el agua.



 Texto y fotos, Virgi