martes, 6 de febrero de 2024

Acusa Seca

 


Entre los imponentes roques y farallones que se divisan desde Artenara, como el Nublo, Bentayga, del Camello y del Rey, vislumbramos una notoria llanura, accidente geográfico que destaca mucho en comparación a la vecindad pétrea que la acompaña, tempestuosa y magistralmente desordenada.




Rodeada de barrancos, excepto por la parte septentrional, que permite la entrada a esta meseta, nombrada Vega (o Mesa) de Acusa, resguarda uno de los asentamientos aborígenes más importantes de Gran Canaria.

En su momento, hace unos mil quinientos años, fue el origen de un grupo humano que se abastecía gracias a los manantiales existentes, los granos cultivados, especialmente cebada, y los animales a su cargo.

Con una situación estratégica, dominando un gran panorama, en este lugar llegaron a vivir cientos de personas repartidas en varios núcleos, destacando Acusa Verde (en la vertiente oeste, más fresca, donde se empezaron a cultivar otros productos a raíz de la conquista) y Acusa Seca (lado sureste, con pastoreo y cereales).






Se cuentan decenas de casas-cueva algunas todavía usadas, incluso para viviendas vacacionales. Muy cerca, centros de culto mágico-religioso, graneros como el de El Álamo, al que sólo se puede acceder mediante escalada y con muestras de semillas de aquellos tiempos, y una necrópolis en la que se descubrieron varias momias, conservadas desde hace décadas en el Museo Canario.








Un paseo entre las dos Acusas, bajo el paredón agujereado del granero y al filo del barranco debe ser sobrecogedor, cosa que no pudimos realizar al estar cerrado por mantenimiento.

Pero caminar por Acusa Seca, viendo puertas de madera gastada, patiecillos enlosados, alacenas excavadas en la roca, oquedades donde guardar algunas cabras, es una experiencia inolvidable. En la terraza superior, ya en la propia Mesa, una era enorme nos habla de comunidad y supervivencia, términos que debieran estar arraigados en la sangre y que, tristemente no salen a flote, aun cuando vayamos camino de necesitarlos.


 

Acusa Seca, ahí donde nuestros antepasados contemplaron los barrancos, las cumbres afiladas y la bóveda celeste. Un cielo que nos espera, paciente, a sabiendas del poco caso que le hacemos.

A él y a todo lo que nos rodea.




Texto y fotos, Virginia