Poderoso, el mar devoró las rocas, subió por las peñas, tapó las casas y las alamedas, los parques y las galerías comerciales. Justo a esa hora no había nadie, todos estaban en lo alto del monte, esperando la mayor pleamar de la historia.
Bueno, todos no, el fotógrafo más famoso de la ciudad aguardaba paciente para obtener la imagen de su vida. Seguramente la consiguió, pero de él y sus pertrechos solo encontraron el trípode en la copa del laurel que dominaba la plaza mayor.
Texto y foto, Virginia