miércoles, 21 de agosto de 2019

Infinita Florencia




Una vez más retorné a Florencia.
Los adoquines de las calles y las plazas me susurraban historias de poder, oro, intrigas y puñales. Encima, las cornisas, las gárgolas y los balaustres contaban acerca de Donatello y Brunelleschi, Giotto, Ghiberti, Uccello, Andrea del Sarto, Filippo Lippi, Benosso Gozzoli.

Sentada al borde del río contemplé la cúpula que domina la ciudad, lucidez renacentista en un prado atestado de arte. Subí luego hasta la linterna, siempre y nuevamente estremecida, tantos pasos antes de mí, tanto tiempo, tanto cerebro al servicio de los sueños. Un período tan corto para una posteridad eterna.




Los frescos, los rosetones, las columnas, los ladrillos, las capillas…todo me conduce a un big bang artístico capaz de conmover el paso lento y mil veces cruel de nuestro recorrido sobre la Tierra. Cuando subo los escalones de la cúpula de Santa María dei Fiori, me hipnotizo frente a la Adoración de los Reyes en el palacio Médici y ante la Magdalena de Donatello o el Sacrificio de Isaac, quiero pensar que aún hay una reserva de posibilidades en la Humanidad, más allá de miserias, robos, mentiras, falsedades, fraudes y vilezas múltiples.



Si esa explosión de única hermosura se dio y nos sigue alimentando, seguramente tendremos otras capacidades que habrán de brotar algún día. ¿O tendré que retornar a Florencia una y otra vez para reconciliarme con la vida?





Con certeza, volveré a las orillas del Arno y contemplaré el río desde lo alto de Santa Maria dei Fiore, admirando una vez más la obra apasionante de Brunelleschi, el arquitecto del que  se reía el populacho y quizás también gente más instruida, viendo la estrategia nueva con que iba encarando el cerramiento de la cúpula.
Brunelleschi había ganado el concurso frente a otro competidor tan valioso como Ghiberti (escultor y arquitecto, autor de las Puertas del Paraíso en el Baptisterio) y a pesar de los incrédulos logró cerrarla de una forma inédita que pocos creían que podría resultar eficaz. No en vano había pasado tiempo estudiando el Panteón de Roma, entre otros edificios clásicos, y supo culminar la obra, con el añadido de construir otra interior -cúpula de doble casco-, de forma que entre ambas hay un pasadizo que permite subir hasta lo alto. Además, fue levantada sin soportes de madera, algo inaudito que demostró los recursos inmensamente creativos del arquitecto y que resultó una de las obras más espectaculares y fascinantes del Renacimiento, hasta el punto de que mucho tiempo después sirvió de referencia a Miguel Angel para su diseño de la cúpula de la Basílica de San Pedro en Roma.



Pero Florencia tiene tantísimos otros puntos de interés máximo que no se pueden soslayar. Donatello, avanzado hasta el expresionismo más reciente. La monumentalidad del David de Miguel Ángel. La escalera Laurenciana, también del genial Buonarrotti. La galería Uffizzi, donde deberíamos acampar unos días, si fuera posible. El Baptisterio y sus puertas, aunque no son las originales. Las iglesias de la Santa Croce y Santa María Novella, La Capilla de los Médici, el Hospital de los Inocentes, el Claustro de los Descalzos, la apabullante Ofrenda de los Magos en el Palacio Médici, el puente sobre el Arno, la colección del palacio Pitti,  y algo alejada, San Miniato al Monte, obra cumbre del románico florentino, una pequeña, pero extraordinaria joya del s. XIII.



La ciudad con su Renacimiento nos entrega sus dones y hemos de recogerlos, aunque no nos quepan ni en la cabeza ni en el alma.


Texto y fotos, Virginia