Cuando en los caminos encuentro una era, el alma se me ensancha. Esos círculos perfectos, casi siempre de piedras encajadas con sabiduría, y otras veces de la propia tosca del lugar, me llenan de emoción.
Imagino cereales y granos rodando entre las ranuras, bajo la madera del trillo, con la brisa ahuyentando la paja mientras lame cantos y conversas, acuerdos, turnos, sol, brumas, niños brincando o dando vueltas montados en las bestias, gentes ocupadas en lo indispensable, alrededor de una circunferencia trazada con útiles elementales.
Las eras, humildes, mudas, equilibradas, tantas veces recónditas y olvidadas, me revelan un conocimiento ancestral, poderoso, de la vida y los ciclos de la naturaleza.
Fotos y texto, Virgi