lunes, 19 de mayo de 2014

Leer, leer, leer (XXII)


En mi época de pasión por el cielo, el término “años luz”, me evocaba estrellas y constelaciones, fulgores lejanos e incomprensibles, distancias infinitas y, sobre todo la pequeñez del ser humano frente al grandioso universo. 
Con James Salter (1925), vengo a comprobar que en su libro Años luz, también habla del trecho enorme que nos separa a los humanos unos de otros, aún cuando anidemos en el amor.

Los Berland, una pareja bien situada con dos hijas y una hermosa casa, disfrutan con la luz que ese pequeño sistema planetario reparte para todos. Mas, la distancia que hay entre Viri y Nedra es tan grande como para no poder acercarse uno a otra.

Años luz es un quiebro sereno a la aparente estabilidad de nuestro universo familiar, una fotografía de amplio espectro para captar la explosión lenta de una relación que nos regala sus luces sabiendo que las sombras también nos alcanzarán. 




Irene Nemirovski (1903-1942) no habla aquí de luces poderosas, no. Habla de una mujer que, en su empeño de no bajar del escalón social al que ha llegado, bella, rica y joven, manipula a quienes la rodean en pos de una admiración perenne, como aquella Jezabel bíblica. En ese uso continuado de los demás, enamora a un joven, casi un niño, y se la acusa de su muerte.  Quién es el chico o cómo la conoce, son datos que se desvelarán tardíamente, mientras la vorágine de la existencia devora el deseo de vivir.
La escritora, como en otras de sus obras, refleja parte de su vida antes de ser asesinada en un campo de exterminio. La alta burguesía europea de entreguerras, viajera, casi siempre ociosa y culta, inmersa en fiestas y conciertos, emerge en esta pequeña historia, concisa, afilada y luminosa, una estrella más en la órbita de la escritora.





La capacidad de Sándor Márai (1900-1989) para captar los pliegues del alma es asombrosa. Esos rayos de luz que se cuelan entre las cortinas de nuestra existencia, el resplandor momentáneo, un brillo inatrapable…, todo lo captura Márai con la maestría de quien escribió El último encuentro o La herencia de Eszter. En La gaviota nos muestra a un importante funcionario en el momento de redactar una nota trascendental para su país. Justo cuando acaba, por la puerta de su despacho aparece una joven (aparición real y perfecta de aquel amor que perdió para siempre), desprendiendo una luminosidad extraña e inesperada, una estrella con luz propia que el hombre querrá atrapar nuevamente. Un relato exquisito, ambientado en las orillas del Danubio, donde el seguro y sereno fluir del río acompañará la relación, sabiendo que al final, todas las aguas van al mar, bajo el cielo eterno y las lejanas galaxias.



 Foto y texto, Virgi