sábado, 23 de octubre de 2021

Acueducto de Cella

Romanos organizados que nos sorprenden con sus construcciones colosales, sembraron la Península de puentes, calzadas, foros, acueductos y vías perfectamente empedradas. Una de esas obras que se vino a reconocer hace pocas décadas es el acueducto de Cella, en Teruel.


Con 25 kms de recorrido llevaba agua desde el río Guadalaviar hasta la población de Cella, pero no fue la clásica obra de arcos que sustentan la canalización, no, esta vez optaron por conducir el agua a través de montañas y llanuras. En unas, labrando la piedra; en las otras, abriendo canales a nivel del suelo. De la longitud total, casi diez kilómetros fueron realizados perforando unas galerías de más de un metro de ancho y alrededor de dos metros de alto, con huecos como ventanales hacia un lado e impresionantes agujeros verticales, llamados pozos de aireación. Estos pozos podían tener entre 30 y 40 m de profundidad (en algún caso hasta 60) y se encontraban a poca distancia unos de otros. Un proyecto de esta índole supone un trabajo inmenso, cientos de hombres excavando, cargando, limpiando, y miles de toneladas de piedra expulsada.


Los restos que quedan de este proyecto se pueden recorrer a trozos, especialmente algunas de las galerías, cercanas a la carretera que pasa por Gea de Albarracín, en la provincia de Teruel. Impresionan las marcas de los picos en la roca, los agujeros que servían para luz y ventilación -realizados en uno de los márgenes-, la perfección del trazado. Pero lo más asombroso son los pozos que tuvieron que perforar en lo alto cuando el canal atravesaba una montaña o meseta, sin arredrarse ante la magnitud de tal empresa, y siempre con una exactitud pasmosa para encontrar el punto justo que coincidiera con la galería, que mucho más abajo, portaría el agua.


Considerada como una de las grandes obras de los romanos en España, ofrece sus oquedades vertiginosas al sol, al viento, a la lluvia. Y a quienes nos dejamos llevar por su recorrido, fascinados por la ingeniería y el sentido práctico de unas gentes tan organizadas que tendrían que darnos clase, aunque hayan pasado ya dos mil años.


Texto y fotos, Virginia