domingo, 8 de marzo de 2020

Fuego bajo el mármol










Tuvo que ser esa tarde, allí, cerca de Jaisalmer, donde volvimos a asombrarnos –por enésima vez- con la historia, la cultura, las costumbres de la India. Fuera de programa, sin conocer nada con anterioridad acerca de estas construcciones, resultó una experiencia emocionante visitar los cenotafios de Barabagh, levantados entre los siglos XVII y XX.



Gracias a la iniciativa de Hanu, orgulloso de mostrarnos lo más posible de la zona, y sabedor de que era el crepúsculo el momento adecuado, allá fuimos, cuando la piedra arenisca se matiza de ámbar y contrasta con un cielo magnífico, pero demasiado lejano, incapaz de regalar alguna dicha a quienes lo contemplan desde abajo.


Estos memoriales se llaman Chhatris, que en indi significa “sombrilla” (por la forma de las cúpulas) y están dedicados a maharajás y familiares, incluso a nobles importantes. Se erigen en el lugar en que han sido incinerados, pero no enterrados, ya que las cenizas son arrojadas al Ganges, el río sagrado.
La esposa principal y en algunos casos, las concubinas, solían inmolarse junto a ellos, voluntariamente cuentan, o en otros casos, forzadas a arrojarse al fuego, según el rito sati. La crueldad de esta medida se mantuvo largo tiempo, hasta que fue abolida por los ingleses a mediados del s. XIX.



El chhatri de Jaisalmer está a unos seis kilómetros de la ciudad, en lo alto de una suave colina con un espacio verde a sus pies, que en tiempo antiguos llegó a ser un jardín, algo insólito en un lugar casi desértico.
Consta de numerosos cenotafios de varios tamaños y épocas, todos con una pieza de mármol dentro que identifica al personaje incinerado. Los primeros que se encuentran pertenecen a distintos gobernantes, y subiendo algo el montículo, se sitúan los de sus mujeres, una fila conmovedora de pequeños túmulos donde el sol del ocaso reverbera con fuerza, antes de perderse en el horizonte.





Quise imaginar que los rayos luminosos que nos acompañaron esa tarde, penetraban especialmente en los chhatris de las mujeres, haciendo revivir con su calor unas almas sacrificadas en aras de religiones, poder y conveniencias absolutamente inhumanas.





Texto y fotos, Virginia