miércoles, 27 de marzo de 2019

Regeneración



Se repantigó en el sofá y se metió a leer lo que tenía cerca. Pasaron por sus ojos y manos, cómics, revistas, periódicos, libros atrasados y otros recientes, programas de mano de la orquesta, un resumen de la reunión de vecinos, la biblia que se había llevado de un motel, suplementos dominicales, un par de cartas de aquel amante que se mordía las uñas después de cenar. No contenta, sacó de los estantes libros de texto, folletos con anuncios, entradas de teatro, cuentos manoseados que conservaba de la infancia, el Mundo de Guermantes (el único Proust que nunca terminó), la última factura del teléfono, un recetario regalo de su abuela, todas las letras de Leonard Cohen.

Comprobó que no tendría tiempo para leerlo todo, pues aún le quedaban varios libros viejos que ni siquiera llegó a abrir y otros que hubiera querido repasar. No contenta ante aquella nefasta posibilidad de no poder llevar a cabo  su proyecto, recordó al personaje de El palacio de la luna, y en su memoria, formó unos cubos perfectos con todo el material, encima les puso una buena capa acolchada, los forró de una tela vivaz a prueba de manchas y los colocó junto a la pared como el mejor sofá de diseño.


Al fin la mesa y las baldas relucían vacías, nada de papel impreso, ni un pequeño ticket del parking enturbiaba los anaqueles.
En poco tiempo se olvidó de que había tenido algo atrasado por leer, así pudo empezar a renovarse con libros, revistas, folletos, cuentos, periódicos. Todo flamante, recién editado, un mundo nuevo donde solazarse como nunca antes.


Texto y foto, Virginia