¡Jurria diay, muchás, no seas
macharengo, que esconchas el lebrillo y tengo una tonga de cacharros por fregar!
Si no fueras tan merdellón ni
jeringaras tanto, otro gallo nos cantaría, pero no quieres sino la papita suave,
te embostas como un tajul y luego te enralas con los golfiantes de la calle.
Después vienes relajiento perdido, haciéndome morisquetas y carantoñas, qué
ganas de botarte a la marea con un buen pandullo!