Juegan en la plaza a gongo, al
brilé, a paro, al trompo, a la guerra, a la soga y a los cochitos de verga,
mientras pasan los vecinos.
José, más serio que un tuso.
Carmen, la Grangafa, turulata perdida con sus rebequitas mal ajeitadas. Jacinto
el Rebenque, un repunante completo, solo come gofio amasado y chochos con
vinote. Juanito el Empichador,
petaquillo y de ropas mugrientas. Luisa la de Maruca, que se las echa de sabida
pero tiene las chavetas troquiadas. Fredito el del puente, sobrino de la
panadera, siempre jodiendo la pavana, esconde la pelota a la chiquillería o si
le da la venada, se encochina dando gritos: “¡Dirse pa’ su casa, carajo, que
aquí molestan!”.
Cruza al atardecer Lola Bienpeinada,
que viene de servir en una casa rica, de las de balcón y alpende. Ardilosa y
alegadora más de la cuenta, reparte chicles, manises y melcorchas. Otro
simpático es Jorgito, el de las morisquetas, ¡pobrecillo!, le dio un airón y se
le quedó la boca cambada.
Hasta la plaza se queda enyugada
de ver tantos paseantines que van del tingo al tango, con lo feliz que es contemplando las alilayas infantiles.
Texto y fotos, Virginia