Busca un asío entre los menesteres que lo atosigan y, como
buen zorrocloco que es, se hace el longui. Ni fisco de gracia tiene el encargo
del padre, con que, en un visto y no visto, el muy baladrón se escoleta por el
alpende.
Debe acotejar las pencas pa’ que no se echen sobre el
sembradío de coles, sachar las papas quineguas y embicar el agua pa’ la huerta.
A él ese trabajo de campo no le cuadra. Prefiere enguruñarse entre los acebenes
y echarse un baguito de uva, mirando el paso de las nubes, unas veces
desarboladas por el viento y otras bien dispuestas. De pronto, oye un tabobo
cerca, ¡pobrecillo! entaliscado lo columbra en medio de un tagasaste escarranchado.
Ahí se le olvida todo. Liviano como un conejo, da un salto y
se dispone a salvar al bicho, ya podrá llevarle un regalo a la pretendienta, la
guataca puede esperar.
Texto y fotos, Virginia